Llegaron solos. Ninguna autoridad fue a recibirlos, a pesar de que algunos han tenido que trabajar en condiciones realmente difíciles.

59 militares de la Unidad de Apoyo al Despliegue del contigente español destacado en Afganistán regresaron a España tras más de 45 días de misión en Kabul y Mazar-i-Sharif. A las cuatro y cuarto de la tarde, ingenieros de Salamanca y Zaragoza, así como personal del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo y algunos zapadores, aterrizaron a bordo de un Hércules en la Base Aérea de Zaragoza después de más de trece horas de vuelo y una escala en Bakú (Azerbayán).

Quienes tuvieron que dar forma al cuartel de Mazar-i-Sharif, donde actualmente hay 500 efectivos españoles, explicaron que la ciudad vive con "ilusión" las fechas previas a las elecciones, aunque matizaron que el país "no tiene aún cultura democrática" y que la elaboración del censo ha generado "bastantes problemas" al ser un país muy montañoso y con gran dispersión poblacional. "Muchos apuestan por Hamid Karzai. Hay cierto equilibrio entre los distintos grupos étnicos, pero el miedo reside en cómo aceptarán los resultados de los comicios", indicó uno de los militares, quien se mostraba sorprendido por el sistema de votación, que establece la elección de los políticos según su rostro. El analfabetismo que impera en gran parte de Afganistán impediría a muchos ciudadanos leer los nombres de sus representantes.

Otro de los soldados comentó que Mazar-i-Sharif vive en ambiente de "tranquilidad" y que el temor a los atentados se centra más sobre Kabul: "En las zonas rurales, donde hay menos libertades, las milicias de los señores de la guerra siguen teniendo un peso importante. Por el momento, no representan un peligro para la seguridad, aunque nunca se sabe lo que puede ocurrir".

A su llegada a Mazar-i-Sharif, los ingenieros tuvieron que dormir al aire libre la primera noche --el 18 de agosto--. Algunos aún recordaban la escasez de medios que encontraron. "Todos los materiales necesarios para construir el cuartel se transportaron desde España y, por primera vez, la operación se hizo exclusivamente en avión. Este detalle añadió bastantes dificultades a la misión", apuntó otro militar. Previamente, varios tedax y zapadores tuvieron que peinar todo el terreno sobre el que se construiría el campamento, de 200 metros de largo por 180 de ancho, para eliminar cualquier rastro de explosivos. No encontraron minas, pero sí numerosos proyectiles.

Los vivac dejaron paso a tiendas de campaña sin luz eléctrica, que no se obtuvo hasta que finalizaron las obras. "Los soldados ingleses nos facilitaron comida y nos dejaron sus duchas hasta que dimos forma a nuestras instalaciones. Han sido cinco semanas y media de mucho trabajo", agregó. Eso sí, este militar admitió que la subcontrata con la que operaron en la zona les facilitó las cosas.