El subteniente Miguel Mota recoge sus bártulos en el hangar del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA) de Zaragoza tras dos meses de misión en la capital afgana, Kabul. El es uno de los 93 militares que regresaron ayer a España tras formar parte del contingente de 1.040 efectivos que el Gobierno español envió a Mazar-i-Sharif, Kabul y Manás (Kirguizistán) para colaborar en la seguridad de las elecciones. Destinado en el EADA, asegura que los afganos "aún no saben cómo es realmente una democracia" y que la ciudad vive "en tensión".

"Afganistán está todavía en la Edad Media y tardará mucho en adaptarse a un sistema democrático. En sus calles aún se ve intranquilidad, pero nos movíamos sin problemas", apunta.

Junto a él, una treintena de soldados del Ala 31, del propio EADA, del Mando de Movilidad Aérea y del Ejército de Tierra aterrizó en la Base Aérea de Zaragoza a las nueve y media de la noche. El resto de efectivos, perteneciente a la Brigada Paracaidista, no se bajó del Boeing 707 que los trajo de vuelta a España, ya que su vuelo concluía en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz.

El teniente coronel Luis Gómez Guillamón dirigió todas las operaciones relacionadas con el transporte de tropas y mercancías, así como las escoltas por aire. Gómez Guillamón señala que, a priori, creía que la misión sería "más difícil", aunque admite que, en el norte, hubo "alguna complicación" durante los comicios. "El problema es que algunas zonas eran muy amplias, pero la labor española se centró en que los afganos se sintieran seguros para votar libremente", indica.

Poco antes de que sus hijos lo abracen con tanta fuerza que casi lo tiran al suelo, este oficial subraya que le llamó la atención ver cómo no se producían enfrentamientos, "a pesar de que todo el mundo lleva armas".

Y a escasos metros, un militar del Ala 31 aún recuerda el homenaje que brindaron en Manás a sus compañeros muertos en el accidente del Yak-42: "Siempre estarán en nuestra memoria. Algo así nunca se olvida".