En su libro de pensamiento Reconciliar España (Editorial Triacastela, 2010) Pedro Laín Entralgo volvía al primer plano de nuestro eterno debate acerca de la identidad de España. Cuya definición nunca acaba de satisfacer a cartagineses ni romanos, a moros ni a cristianos, a catalanes ni íberos. Laín citaba a su maestro Ortega y Gasset cuando el filósofo exclamó: «¡Dios mío! ¿Qué será eso de España?».

Adolfo Suárez nos explicó con la Constitución de 1978 que España era un Reino parlamentario y un Estado autonómico y todo fue bien hasta que País Vasco y Cataluña, con las armas o el chantaje, aprovecharon la vía del 151 para insolidariamente poner tierra y derechos de por medio. Ortega y Laín y otros pensadores y filósofos poco sospechosos de sedición, ya habían meditado sobre la castellanización e industrialización de Cataluña y del pueblo vasco y la división de éste en dos, Bidasoa arriba, Bidasoa abajo. Cuando Ibarretxe (hoy golfista en Marbella)) bajó a Madrid, al Congreso, para hablarnos del machista y neonazi Sabino Arana como baluarte ideológico de su aspiración independentista nos entró un ataque de risa y de pánico, pues la ignorancia, unida a la audacia, da hipo y miedo a la vez.

Del miedo habla mucho Carles Puigdemont, quien, finalmente, no comparecerá en el Congreso de los Diputados para explicar su procés. Como si estuviera en vísperas de una batalla, el president afirma que España les tiene miedo, añadiendo que más miedo les tendrá a medida que se aproxime la fecha del referéndum.

Por su parte, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría sostienen que dicha consulta no se celebrará, por ser ilegal, anticonstitucional, secesionista. Una gran mayoría de españoles quiere creerles, pero no las tienen todas consigo porque ya se ven las urnas, Cataluña tiene ministro de Exteriores y proyecto de república. De haber comparecido en el Congreso, Puigdemont habría quizá explicado cuáles serán exactamente los territorios de dicho estado, si los correspondientes a las actuales provincias catalanas o alguna comarca más, parte del Pirineo, de la Franja, del Matarraña, Castellón, Mallorca y Baleares, allá donde los fanáticos historicidas de la Generalitat encuentren la manera de seguir manipulando a su antojo la Corona de Aragón.

Muchas dudas, mucha inquietud.