Francisco Canela Grima insistió ayer ante el Jurado Popular que deberá decidir si es un homicida o un asesino en que la muerte de Robert Racolti, fallecido por un tiro en la cabeza en casa del acusado, en Ricla, fue «un accidente». Según su relato, el arma que empleó para asustar al joven y a su novia se disparó en un forcejeo, y cuando le vio yacer inmóvil «se me cayó el mundo encima». Explicó que en prisión apenas duerme dos horas. «Todas las mañanas rezo y pienso ‘me lo he cargado, es que está muerto. Ahora daría mi vida, pero no puedo hacer nada’».

Canela insistió en que no quería matar a nadie, por lo que su defensa -a cargo de Soraya Laborda y Laura Vela- pide cinco años de cárcel por homicidio imprudente. Fiscalía, sin embargo, cree que fue un asesinato premeditado, y pide 18 años de prisión por él, que la acusación particular, a cargo de Cristian Angel, eleva a 20 y otros 5 por intentar matar también a la novia de Racolti.

Con ella, Verónica, era con quien Canela tenía relación. Según explicó, ella y algunas amigas iban a su casa y en ocasiones les daba «porros». Pero cuando empezó a salir con Racolti, que según se rumoreaba en la zona (era de La Almunia) era «mala gente», cortó el contacto.

ANÓNIMOS

Sin embargo, comenzaron a llegarle anónimos, que achacó a la joven porque «conocía su letra». Hacían referencia a «chupar pollas, que para los rumanos (Racolti y su novia lo son) es el insulto más grave», explicó. Y le parecía que cuando los veía por la calle, «se reían».

Con estos precedentes, explicó, el 10 de enero del año pasado, tras haber estado prácticamente dos días seguidos bebiendo, consumiendo cocaína y fumando porros, les citó por whatsapp «para que ella reconociera que los anónimos eran suyos».

Tenía un arma de su padre, a mano porque temía que cualquiera le robase en la bodega, pero la preparó por si Racolti y su familia venían a agredirle. Y cuando entraron a la bodega, «se abalanzaron» sobre él, afirmó. Racolti le sujetó por los brazos, y la joven, según su testimonio, le dio «un tortazo» y le djio «sí, son nuestros (los anónimos), ¿qué pasa?», y se fue con ellos.

Pero, aun agarrado, él consiguió coger la pistola de debajo del hule y disparó al suelo. «Le dije márchate, y esperaba que se fuera», afirmó. De hecho, aseguró que esa fue la primera frase que cruzaba con él. Y la segunda fue «no te mueras», cuando le estaba atendiendo tras el disparo.

Racolti, afirmó, no solo no se fue sino que forcejeó con él, mientras Verónica huía tras el disparo. En el forcejeo le fue arrastrando, porque «pesaba 20 kilos más», hasta llegar al baño del fondo de la bodega, donde le derribó. «Al caer, la pistola se disparó», afirmó. Y al ver al joven al que creyó muerto, salió gritando que llamaran a la Guardia Civil. Luego volvió y le atendió como pudo, hasta ser detenido.