Ana De Buen es una de las primeras trabajadoras del plan Remonta. Vecina de Canfranc desde hace cinco años, es madre de una niña de dos años y solía trabajar en invierno en la cafetería de la estación de Astún, que este año solo ha contratado a cinco de sus 30 trabajadores habituales.

«Al salir el plan, no me lo pensé. Vi que cumplía los requisitos y me presenté. Estoy trabajando como auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Canfranc, de momento aprendiendo el funcionamiento del ayuntamiento y ayudando en todo lo que puedo a mis compañeros», explica. Es el caso de muchos, que con el plan Remonta adaptan sus perfiles profesionales a las necesidades de los consistorios, que son sus empleadores.

De Buen combinaba antes de la pandemia el trabajo en las pistas en invierno con el de la cafetería de un hotel que este año no abrió en verano. A ello se suma las dificultades para contactar con el Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE): «Desde noviembre, no sé nada del SEPE. No sabía si me correspondía alguna prestación o no; no ha habido manera de tener una respuesta», lamentaba. Por eso, afirma que está «contentísima» con su nuevo empleo. «Teníamos miedo. Después de muchos meses de incertidumbre, de cambios constantes sobre si ibas a trabajar, o no, y sabiendo que los ingresos del invierno son la clave de todo el año...Era una situación muy complicada», reconoce.

Esta semana también ha sido la primera de trabajo para Susana Betrán, natural de Villanúa, que se encontraba en paro desde septiembre y ahora realiza labores de acompañamiento a los mayores de la localidad, un nuevo proyecto impulsado por el ayuntamiento para luchar contra la soledad y ensalzar su experiencia.

«Soy restauradora de patrimonio, pero trabajo como fija discontinua cada invierno en una empresa familiar de hostelería, un bar y un alquiler de esquís, que este año no ha abierto», explica. «Todos nos hemos visto perjudicados por la pandemia, y por suerte mi hermano me habló de este plan, y yo cumplía los requisitos», señala.

En su caso, además, le permite hacer una labor social. «Los abuelos son joyas que tenemos que cuidar. Este programa era muy necesario en Villanúa para acompañar a los mayores y estoy muy contenta de trabajar en una actividad así», asegura.