Una de las más legendarias rivalidades atléticas de las últimas décadas tuvo lugar entre dos corredores británicos, Steve Ovett y Sebastian Coe. Ambos, campeones del medio fondo, tenían formas muy distintas de correr y competir, como diferente era su procedencia social. Ovett, con orígenes humildes, corría de una manera regular, incrementando el ritmo, la velocidad, progresivamente, pues carecía de un final explosivo. Coe, de clase alta, tenía en cambio un sprint explosivo, pero dependía de una buena estrategia para llegar en condiciones de disputar el triunfo a las últimas vueltas de sus carreras de ochocientos o mil quinientos metros.

Gracias a ese demoledor esprint, Coe había derrotado en las últimas pruebas a Ovett cuando este planeó una nueva táctica para derrotarle. Atacaría antes, como a media carrera, como si fuera «una liebre», obligando a Coe a seguirle y desgastándolo de cara al sprint. Así lo hizo, pero, muy nervioso, se precipitó, escapándose a toda máquina del pelotón en la primera curva. «Demasiado pronto», murmuró su mujer desde la grada. Coe no picó, no le siguió, fue remontando poco a poco y en los últimos metros le rebasó, volviendo a cortar la cinta por delante de él.

No creo que Albert Rivera conozca esta anécdota, pero si alguien se la cuenta puede que le haga reflexionar sobre su particular carrera de fondo o de medio fondo contra Mariano Rajoy.

Sus preparadores, los mismos que en los últimos meses, desde las elecciones catalanas, le han asesorado sobre un cambio de estrategia, están muy satisfechos. Rivera va por delante en las encuestas. No solo en el circuito catalán, sino también en otras pruebas preparatorias para el campeonato electoral. Ines Arrimadas, que había hecho de «liebre», se ha retirado al banquillo, como si del esfuerzo hubiese quedado lesionada o sin aliento y ahora es Rivera quien corre en solitario hacia la meta, mirando por encima del hombro a los demás competidores, Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, que le siguen con la lengua fuera.

Pero queda aún mucha distancia hasta la meta y está por ver si el largo sprint del líder del equipo de Ciudadanos aguanta hasta el final o poco a poco, metro a metro, día a día va perdiendo gas y finalmente el resto de corredores logra rebasarle.

De momento, y en el sentido literal, Rivera se ha quedado solo.