--No me diga que no hay ningún problema con la Universidad de Zaragoza.

--No hay ningún problema. Lo que pasa es que va a haber cambios y es lógico que surjan dificultades.

--Pues el rector ya insinúa que la Ley de Ordenación del Sistema Universitario de Aragón puede acabar en los tribunales.

--Siempre que se saca una ley hay pequeños movimientos. En este caso, se nos achaca que la ley puede colisionar con la autonomía universitaria, pero es que cuando se hace una ley autonómica las comunidades tienen que explicitar cuáles son sus competencias. Nosotros hemos respetado la autonomía universitaria, pero sí que hemos dejado claro cuáles son nuestras competencias, y eso, al verlo escrito, quizá puede parecer áspero, pero es que es así y el rector lo entiende perfectamente.

--Lo entiende, pero le está hablando de tribunales.

--Bueno, la ley catalana está en el Constitucional porque el Gobierno central la recurrió. Pero ésta seguro que no acabará en los tribunales. Ahora va a recibir las aportaciones de los grupos de las Cortes y llegaremos a un acuerdo. Pero que quede claro que hemos hecho la que creemos que es la mejor ley para la enseñanza superior aragonesa y la hemos hecho sin menoscabar la autonomía universitaria. ¿Que hay discrepancias? Todas las leyes tienen contestación universitaria pero al final hay acuerdo.

--¿Cuántas veces ha hablado con el rector en los últimos días?

--El rector y yo hablamos habitualmente. Llevamos unas 20 reuniones en unos cuatro meses de trabajo en los que hemos tratado de todo. Por eso estamos de acuerdo en un 95% de la ley, y en un 5%, que son matices, no estamos tan de acuerdo. Pero es que no aspiro a estar de acuerdo en un 100%.

--Pero dentro de ese 5% se encuentra, según el rectorado, la fórmula de financiación, una de las claves de la ley.

--El anteproyecto recoge cinco formas de financiar la universidad y sólo una introduce como condicionante el número de alumnos, que es lo que disgusta a la universidad. Pero es que hay que seguir leyendo la ley, porque después se matiza esta condición y se dice que habrá factores de corrección, como el tipo de enseñanza o el campus en el que se imparte. Además, hay que destacar que la ley va a servir para estabilizar la financiación de la universidad, pero lo que el campus no puede pretender es dar un gran salto en cuanto al dinero que le vamos a transferir cada año. El objetivo es que tenga dinero suficiente para los gastos corrientes --y para eso hemos aumentado la transferencia básica en casi un 9%-- y acometer las actuaciones de mejora en contratos programa en los que se especifiquen las inversiones. El pasado martes, sin ir más lejos, firmamos uno por valor de dos millones de euros, que no es poco dinero. Este es el modelo que consideramos adecuado. Lo que la universidad no puede pretender es crecer de golpe y más que la comunidad. Lo hará al mismo ritmo que otros departamentos, porque todos quieren tener más fondos económicos.

--En los últimos años las declaraciones desde el rectorado han sido muy prudentes, incluso aunque no estuviera de acuerdo con los presupuestos. ¿No le ha sorprendido que ahora haya habido una reacción más dura?

--No. Hay que pensar que la universidad está en una situación complicada, con problemas para estabilizar los campus de Huesca y de Teruel, con la convergencia europea en el horizonte... Están en plena transformación. Yo lo llamo crisis de crecimiento. En esta tesitura, es normal que cualquier cambio le coja a contrapié. Quizá por eso su reacción ha sido más ruidosa.

--Usted llegó al cargo hace apenas unos meses. ¿Tiene sintonía con el rector?

--Nuestra relación es inmejorable. Es leal, abierta y transparente. Me ha remitido un documento con propuestas para modificar el anteproyecto de ley y me parece muy razonable. Creo que son aportaciones de forma que van a dar un mejor fondo al proyecto.

--Otra de las peticiones del rectorado es un plan de infraestructuras. ¿Va a haber un programa similar al que se diseñó en 1996?

--A mí me parece perfecto que haya un plan de obras plurianual, porque es la mejor fórmula para sacar adelante nuevos edificios. Ya se está trabajando en ello, pero es la universidad la que tiene que venir con los proyectos hechos.

--Pero tiene que tener la seguridad de que la DGA los va a financiar, porque si le viene el rector con el proyecto de rehabilitación del Paraninfo y después no hay dinero...

--El Paraninfo tiene luz verde. Cuando esté acabado el proyecto habrá que evaluar el coste y ponerlo en varias anualidades, en función de la capacidad de inversión de la DGA.

--¿Cree que el rectorado ha utilizado el asunto de la universidad privada como arma arrojadiza por su descontento con el anteproyecto de ley?

--No, no creo. A la Universidad de Zaragoza no le tiene que preocupar que haya otra privada. Es la Fundación San Valero la que tiene todo el camino por delante y debe hacerse un sitio en el ámbito universitario. Nuestra universidad es la Universidad de Zaragoza, y lo único que hemos hecho es reconocer un proyecto que está amparado por la Constitución. De hecho, la Universidad de Zaragoza incluso puede salir favorecida, porque si dentro de un tiempo viéramos que el campus privado le hace sombra, le destinaríamos muchos más recursos. Pero que quede claro también que la fundación ha sido leal y se ha comprometido con Aragón.

--Al poco de aprobar el proyecto de la Fundación San Valero, la universidad le recordó que quiere implantar más carreras. ¿Cómo lo interpreta?

--No me parece mal que pidan más titulaciones, pero que estudien bien la propuesta. Adaptar la oferta de carreras a la demanda de los estudiantes y del mercado laboral es lógico, pero también hay que encontrar una solución para las titulaciones que tienen pocos alumnos y ampliar la oferta en las que se queda fuera mucha gente.