La gravedad del fuego desatado ayer en la Sierra del Cerro movilizó a todos los habitantes de la zona. A nadie escapaba que las llamas debían ser controladas rápidamente, especialmente antes de la llegada de la noche, ya que entonces las unidades aéreas debían retirarse. En las poblaciones cercanas los vecinos que no acudieron a las labores de extinción, ayudaron en tareas de apoyo, como fue el caso de la preparación de más de un centenar de bocadillos --transportados en el coche del alcalde de Aliaga, José López Guillén-- y cientos de litros de agua para el avituallamiento de los equipos de extinción. Alcaldes y ediles de los distintos ayuntamientos afectados se preocuparon de coordinar a la población e incluso de buscar alojamiento para los miembros de los distintos retenes que necesitaban descansar.