El Museo Diocesano de Barbastro-Monzón es un buen lugar para acoger las 23 piezas que el Consorcio del Museo de Lérida ha devuelto con cuentagotas a las parroquias de la zona oriental de la provincia de Huesca, desde el Pirineo hasta Fraga. Es un sitio seguro que, cuando se inauguró hace 10 años, se diseñó con huecos especiales para exponer los objetos de arte sacro de más valor artístico.

Pero los alcaldes de los municipios afectados quieren aprovechar este hito histórico, tras un pleito de tres décadas, para que sus vecinos vean más de cerca los cálices, candelabros y hostiarios que han motivado tan largo pleito. «No estaría mal una exposición itinerante», apunta Gemma Betorz, alcaldesa de Graus, localidad en la que se hallan las iglesias de las que proceden la mayor parte de los artículos eclesiásticos. «Después de tantos años de batallas judiciales, hace ilusión», subraya la regidora.

Es una cuestión sentimental, pues la generación de grausinos de la época en que esos bienes estaban en uso, a finales del XIX y principios del XX, ha desaparecido por completo. Y sus descendientes, si bien han vivido la larga «cruzada» por recuperar las obras de arte de sus antepasados, como dice Betorz, «se han perdido algo que forma parte de su pasado y de su patrimonio».

«No me parece mal que se guarden en el Museo de Barbastro», opina Ángeles Sarriera, alcaldesa de la cercana población de Capella, cuya parroquia es propietaria de dos cajitas de uso religioso y de un copón de orfebrería. Su vuelta, dice, es una cosa tan reciente que «no se ha consultado con el pueblo» si desea que se expongan en su iglesia o en otro espacio que permita exhibirlas. Ella piensa que, se haga lo que se haga finalmente con esos objetos de culto, «se trata de un asunto que es más de la iglesia que del pueblo».

Marcelino Iglesias, alcalde de Bonansa, en la Ribagorza, considera que, independientemente del destino final de los 111 bienes reclamados por la Diócesis de Barbastro-Monzón al Museo de Lérida, «lo importante es que las obras ya han empezado a llegar a Aragón después de tantos años de pleitos».

«Las nuestras, el frontal y la arqueta de Buira, estarán muy bien expuestas en Barbastro, pues se han habilitado espacios para encajarlas, pero pienso que el monasterio de Roda de Isábena, tan vinculado a la historia de la Ribagorza, también sería un buen sitio para exhibirlas», opina.

En cualquier caso, reconoce, preferiría Bonansa sobre cualquier otro emplazamiento, «pero no tenemos capacidad para albergarlas, pues no estarían con la suficiente seguridad». No obstante, Iglesias subraya que las piezas «son propiedad de las parroquias» y no de los municipios.

«Lo que está claro es que dan valor a los lugares que las albergan», afirma el regidor bonansino, que recuerda que el pueblo se propone «hacer una réplica del bello frontal del altar de Buira», un núcleo perteneciente al municipio, para que luzca en su lugar original.

La parroquia de Zaidín, también en la provincia de Huesca pero en su extremo sureste, posee otra de las piezas más valiosas: una talla gótica de la virgen, figura que, por sí sola, justifica la visita a un museo. Esa característica diferenciadora hace que el alcalde, Marco Ibarz, vea «bien que vaya a Barbastro» el día en que sea devuelta. «Los robos están a la orden del día y una escultura de tanto valor correría mucho peligro aquí en el pueblo, sería una temeridad empeñarse en que se quede en Zaidín», afirma.

Ibarz lamenta haber tenido que recurrir a los tribunales de justicia para recuperar una colección de arte sacro que pertenece a las parroquias oscenses. Sin embargo, está agradecido al Museo de Lérida. «Durante décadas han cuidado y mantenido las piezas que tienen encomendadas», subraya. Ahora bien, es de la opinión de que «estarán mejor en Barbastro que en Lérida».

Paco Mateo, alcalde de Tamarite de Litera, se alegra del regreso de los bienes sacros a su tierra, y considera que los de menos valor deberían ir a parar a sus parroquias respectivas. Pero también cree que el Museo de Lérida ha sido clave para preservar un arte que, «de otro modo, hubiera acabado robado o malvendido». De hecho, está satisfecho con la forma en que se ha preservado en la institución museística catalana el denominado retablo de San Blas, que pertenece al núcleo tamaritano de Algayón.

Por ello no hace mucho comentó que, «el día en que llegue todo lo pendiente, habría que dedicar una calle del pueblo al obispo Messeguer, que dirigió la Diócesis de Lérida a finales del XIX y favoreció que se fueran guardando piezas que corrían el riesgo de perderse en sus parroquias». El prelado lanzó, ya hace más de un siglo, una encomiable operación rescate, según pone de manifiesto Paco Mateo.