La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se ha animado finalmente a presentarse de nuevo a la Alcaldía de Madrid, aunque previamente lo había desestimado. Lo hace, se lanza a la campaña con más libertad de la que dispuso en 2014, cuando encabezó una lista programada, pactada por Pablo Iglesias y Alberto Garzón, que ella aceptó encabezar como persona de izquierdas bien vista por el PSOE, con el que ha mantenido una cordial relación.

La rebelión de Carmena contra Pablo Iglesias y el aparato de Unidos Podemos tomará forma no de un nuevo partido, sino de una agrupación electoral habilitada para diseñar la lista de concejales, el programa y el equipo de campaña. Al modo, casi, de un independiente, pues Carmena no necesitará de la aprobación de nadie, ni presentarse a primarias. Fórmula que asimismo puede estar barajando el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, quien también concurrirá a las municipales de mayo. Factor añadido de disenso entre Carmena e Iglesias sería la edad de la candidata: los 74 años de Carmena contradicen el canto a la juventud de Podemos, abriendo la puerta a toda suerte de viejas glorias momificadas en el cloroformo ideológico.

Carmena no lo tendrá fácil para repetir en la poltrona madrileña. Parte de su éxito o fracaso dependerá del atractivo o tirón que puedan aportar el resto de candidatos. Por el Partido Popular sonaba Soraya Sáenz de Santamaría, pero sus relaciones con Pablo Casado, absolutamente pésimas, han eliminado esa posibilidad. Leo en La Razón, en Ussía, que otro nombre para encabezar el PP sería el de Manuel Pizarro, sobre cuya figura el columnista se deshace en elogios. Ciudadanos no ha anunciado por el momento ninguna sorpresa, aunque es seguro que la habrá, siendo de suponer que el nombre del PSOE se resuelva en primarias.

El paso adelante de Carmena implica un retroceso en el interés de Unidos Podemos por aglutinar una marca de izquierdas. La suma de mareas, candidaturas independientes, siglas alternativas, agrupaciones o marcas coyunturales difícilmente derivará en el futuro en la acción de un partido eficaz y unido, centralista y jerarquizado, como seguramente sería el deseo de Iglesias y de su lugarteniente Echenique, incapaz de frenar la disgregación o pérdida de elementos como Doménech.

El que debe estar encantado es Pedro Sánchez...