La crisis sanitaria provocada por la propagación del covid-19 genera situaciones que no habríamos imaginado. Una de ellas es la imposibilidad de que muchos enfermos, de esta u otra causa, no puedan despedirse de sus familiares. Y si el fallecido había decidido donar su cuerpo a la ciencia, en estos momentos no puede cumplir su última voluntad.

En Aragón, la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza hace uso de los cuerpos de los donantes para la docencia de su alumnado, además de ser un servicio social para personas altruistas que quieren ser útiles tras el fallecimiento, según explica Juan de Dios Escolar, profesor titular de anatomía y embriología y encargado de la sala de disección. «El objetivo fundamental es que el alumno tenga un canal para estudiar, porque un médico tiene que estudiar un cadáver», detalla.

En el momento que se cerró la universidad, hace cinco semanas, se dejaron de aceptar donaciones. Un parón que ya se hace cuando la universidad permanece cerrada en vacaciones, pero ahora es una situación especial. Incluso durante la semana en que se clausuró, se comunicó al departamento de anatomía e histología humanas la donación del cuerpo de una señora de 90 años, pero no se pudo utilizar.

Sin embargo, el cierre del centro y la imposibilidad de ir a trabajar no son los dos únicos motivos, ya que se suma la situación que viven actualmente las funerarias, cargadas con excesivo trabajo durante estas semanas, y las encargadas de hacer llegar los cuerpos a la universidad. «Si no hubiéramos cerrado la universidad, posiblemente las funerarias no tendrían capacidad para la donación. A veces me avisan de que no pueden traer los cuerpos, y los guardan en la cámara, pero ahora no hay cámaras libres», comenta Escolar. Además, si el donante ha fallecido por covid-19, el cuerpo conlleva un riesgo biológico de contagio.

Desde la secretaría del departamento afirman, vía correo electrónico, que han tenido alguna solicitud de información, aunque pocas, y una consulta de un posible donante, «al que la funeraria ya les avisó de que no se podía recoger para donación en este momento», precisa.

200 AL AÑO

El departamento recibe al año la notificación de unas 200 personas que manifiestan querer donar su cuerpo a la ciencia. Sin embargo, de estos, llegan finalmente solamente 20, y se descartan 5, según indica el profesor. «Cuando viene un cadáver, si es para docencia, se embalsama con fenol y se mete en una cámara a cinco grados, y tarda dos años en embalsamarse, en quedarse perfecto para la disección», explica. También tienen la posibilidad de congelar, pero esta opción se destina para cursos que realizan con cirujanos. La capacidad de la universidad es de en torno a 30 cadáveres embalsamados, y ahora tienen ocupados 20.

Los estudiantes acceden a la sala casi todos los días, la disección es una práctica habitual de un estudiante de medicina de los dos primeros cursos, cuando se da anatomía. La falta de esta parte de la docencia durante lo que resta de curso es una cuestión a resolver, aunque los estudiantes la hayan aprovechado durante el curso. «Es importante esta falta, por ejemplo, la cuestión conceptual se va solucionando con la enseñanza a distancia, pero el contacto con el cadáver es muy importante, aunque todos la han tenido ya durante el curso. Lo que iban a dar estos meses se solucionará de alguna manera», comenta Escolar. El profesor apunta que durante el primer curso se estudia el aparato locomotor, en el segundo el tronco con las vísceras y después el sistema nervioso, «por lo que en dos años se estudia por completo un cadáver».

Cuando ya está estudiado, se pasa a su incineración. En este caso, la facultad llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de Zaragoza y las cenizas se depositan en un panteón de donantes, con nombre o guardando el anonimato, según decida el donante.

LAS DONACIONES SE TRIPLICARON

Durante el pasado invierno, las donaciones que recibe la universidad de Zaragoza aumentaron, y lo hicieron «mucho más de lo normal, tres veces más», según Juan de Dios Escolar. Las últimas fueron de personas muy mayores, dos de ellas de más de un centenar de años. «No habíamos tenido de más de 100 años», subraya.

Los donantes que se ponen en contacto con la facultad son sobre todo de Zaragoza, pero también del resto de Aragón, e incluso de Soria y Navarra. Cuando alguien quiere ser donante tras el fallecimiento, va a la universidad y registra su voluntad, obteniendo un carné. Se dan algunas condiciones que pueden excluir su aceptación y es la funeraria la que indica a la facultad el estado en el que está el cuerpo.