En noviembre del 2001, el pintor Martín Ruiz Anglada, ingresado en la UCI, esperaba la muerte que le llegaría al mes siguiente. Una asociación cultural llamada Fuentes de la mentira solicitó al Ayuntamiento de Zaragoza en aquel mismo noviembre que dedicara una calle a aquel hombre afincado en la ciudad desde que a los 8 años le trajeron de Milmarcos, en el Señorío de Molina, donde había nacido en 1929.

Hecho a sí mismo, Ruiz Anglada se inició en los años 50 con bodegones y paisajes con reminiscencias plenairistas. Luego, ya como Ruizanglada, vendría su trabajo con espátula, sus expresionismos y su rigor constructivo. Desde los 60 emplearía sus sábanas centradas en la consecución de las formas y en el empleo de la luz. Esa época de blancos-grises daría paso en los 70 a los amarillos, para entrar en los 80 en su época negra. Pero sus lienzos taurinos fueron siempre coloristas. Su última etapa pictórica fue religiosa. Ningún evangelista describió el rostro de Cristo o de su madre. Ruizanglada sabía que la supresión de detalles morfológicos prestaba un mayor misterio a las escenas.

El consistorio, desde el primer momento, aceptó la idea y así lo comunicó a la familia en el funeral. Un hijo del pintor, Miguel Ángel Ruiz Cortés, explica que el pasado enero recordó el asunto al concejal Manuel Medrano, quien le indicó la conveniencia de que, de nuevo, un colectivo reactivara la demanda. Lo hizo la Asociación de Artistas Plásticos Goya. Medrano lo llevó a la Junta de Universidad y la propuesta se aprobó por unanimidad.

Jaime Cervero vive en la calle Alférez Provisional desde hace más de 50 años, cuando esa calle frente al Huerva se llamaba Vía Verde. Sólo tiene tres portales y una única acera, la de los pares, frente a una explanada de césped con varios árboles. Los edificios son macizos, el ladrillo cara vista intercalado con la piedra ornamental de los dinteles, marcos, remates y balaustradas. A Jaime Cervero le suena «de oídas» que Ruizanglada fue «un pintor, creo» y sabe muy bien qué era un alférez provisional.

El alzamiento militar de 1936 dividió a un ejército español que poseía 13 divisiones. Muy pronto sus dos partes enfrentadas crecieron hasta 45, encarándose en primera línea en el momento más fuerte mediomillón de hombres por cada bando. Las heterogéneas columnas semiciviles del principio pasaron a ser cuerpos de ejército. Para vertebrar los escalones elementales de las unidades, se crearon cursos breves para habilitar combatientes con aptitudes para el mando. Estudiantes universitarios constituirían la cantera de los alféreces provisionales. A Jaime Cervero le «da igual» que cambien el nombre de su calle: «lo malo es para el carnet», dice. José Luis Ruiz, que trabaja en un almacén, opina: «No sé quién era ese alférez provisional, ni tampoco el nuevo; me da igual».

Calle Martín Ruizanglada

Martín Ruiz Anglada nació el 13 de noviembre de 1929 en Milmarcos (Guadalajara), aunque residió en Zaragoza desde niño, ciudad en la que falleció el 28 de diciembre de 2001. Sus comienzos fueron impresionistas. Luego derivó hacia un expresionismo con influjos geométricos que terminó, en su madurez pictórica, en una figuración siempre muy libre y personal.

Hoy se llama: calle del Alférez Provisional

Para ser alférez provisional en el ejército sublevado en 1936 se requería al menos el bachiller, tener entre 20 y 30 años y cierta prestancia física. Pasaban a alférez provisional automáticamente los brigadas con un mínimo de dos años de sargento. Su formación era de un mínimo de quince días y un máximo de mes y medio.