Una Semana Santa de 1970 se produjo un accidente ferroviario que provocó el cierre de la conexión internacional ferroviaria entre España y Francia a través del túnel de Canfranc. Y la próxima semana, 48 años después, empezarán por fin los trabajos en las vías frente al icónico edificio para completar un ambicioso plan de recuperación que incluye desde la puesta en marcha de un hotel de lujo hasta la normalización de la circulación de trenes.

A falta de conocer si el ministro de Fomento, José Luis Ábalos estará presente en la ceremonia de colocación de la primera piedra del día 27, ya se han trasladado los 38 vagones históricos de los almacenes que los albergaban desde los años ochenta, justo en la zona en la que se iniciará el desarrollo de la futura estación que podría estar en marcha la próxima primavera.

El consejero de Vertebración del Territorio de la DGA, José Luis Soro, indicó que la nueva playa de vías supondrá despejar la zona frente a la estación histórica y urbanizar el entorno como una plaza ciudadana. «Tiene una fuerte carga simbólica», aseguró. La recuperación total de la explanada de Los Arañones está tasada en 26,9 millones de euros.

En el interior de la próxima terminal habrá dos líneas de viajeros y otras dos para el tráfico de mercancías, orientadas hacia la zona de la montaña. Todo esto significa un cambio radical en la concepción del entorno de Canfranc, pues se facilitarán al mismo tiempo los usos turísticos y los ferroviarios. La construcción del edificio costará 2,2 millones de euros y el haz de vías modernizado 5,2. «Estas obras lo que buscan además es garantizar el tráfico ferroviario internacional», manifiestan.

Otro de los puntales de estas actuaciones, según el consejero, será la rehabilitación de la estación histórica para convertirse en un establecimiento hotelero, valorada en 13 millones de euros, que comenzará en el 2019 y se terminará en el tercer trimestre del 2021. «Esto ya es imparable», afirma Soro.

Los cambios también suponen la construcción y habilitación de edificios secundarios como museos ferroviarios o como zonas de ocio y restauración.

De forma paralela a estas obras, con la colaboración de los gobiernos de Aragón y Aquitania, se ha comenzado a elaborar una «convergencia» ferroviaria en todo el trazado. Hasta ahora la falta de comunicación por el túnel ha provocado desarrollos independientes. Ahora hace falta unificar cargas, gálibos o el tipo de electrificación, entre otras cuestiones.

Hasta el 2020 existe financiación europea (más de 14 millones) para redactar estudios y se confía en que en la nueva programación Conecta Europa ya figuren fondos que permitan iniciar obras en el trazado de la red básica, en la que se tiene en cuenta el potencial del eje Cantábrico-Mediterráneo, especialmente con las plataformas de Zaragoza, Fraga, Huesca o Teruel.

Soro defiende la importancia de esta planificación por su capacidad de «vertebrar Europa» por encima de los viejos mitos «sentimentales». El transporte de mercancías arrastrará circulación de viajeros, pero el núcleo de la reapertura tendrá que ver con la capacidad de abrir un paso entre los Pirineos. «Tenemos una visión estratégica que está siendo bien entendida en Europa», considera Soro.

Y mientras tanto los viejos vagones de los años cincuenta descansarán en un cobertizo a la espera de su museo. Posiblemente esa sea la última parada en su trayectoria.