Les confieso que la deposición de Aznar la seguí a intervalos, hasta que me desenganché para no sufrir un proceso alucinatorio. A la altura del show en la que el expresidente del Gobierno entonaba aquella letanía del "otros mintieron... y sabían que mentían" imaginé que tal vez estábamos escuchando no a un obcecado ni a un manipulador ni a un paranoico (como sugería Llamazares), sino a un alienígena. Y miraba yo la imagen televisiva por ver si don José María mantenía rígido el meñique como aquellos extraterrestres de Los Invasores o tenía algún signo externo de una anterior abducción. Finalmente apagué la tele y fuime a hacer algo útil.

Nada cabía esperar de esta comparecencia. Aznar y su partido analizan hoy el 11-M, sus antecedentes y sus consecuentes con unos criterios que son la continuación exacerbada de los mismos que ya plantearon nada más producirse los atentados en las estaciones de Madrid: una interesada y alienante mezcla de ficción y pseudorrealidad. En marzo estaba claro lo que había, pues estaban en juego las elecciones (bien sabíamos todos que, si las bombas las había puesto ETA, el PP ganaba; mas si habían sido los islamistas, perdía). Pero ahora la cosa tiene ya un puntazo de delirio cósmico. ¿Quiénes son esos otros a los que una y otra vez alude el presidente de honor de los conservadores? ¿En qué cercanos desiertos y montañas se esconden?

Lo de ayer fue tiempo perdido. Aznar declaró en trance y la mayoría de quienes le interrogaron lo hicieron (de pena) como si viniesen de la terrestre Babia. Pero a estas alturas las personas humanas nos preguntamos de qué sirve darle tantas vueltas a lo que sucedió entre el 11 y el 14 de marzo, si todo estuvo tan claro y fue tan obvio. Por eso las personas humanas votaron lo que votaron. De entonces acá, las investigaciones policiales y judiciales han sacado a la luz lo esencial de los hechos. Aunque los aliens sigan perdidos en su demencial galaxia.