Un gran dispositivo de seguridad, tan amplio como el que se montó el año pasado según algunas fuentes, vigila desde ayer que no se produzcan aglomeraciones que puedan contribuir a la expansión del coronavirus en Calatayud con motivo de la semana de sus fiestas patronales en honor de San Roque, que han sido suspendidas por razones sanitarias.

En el operativo participan todos los cuerpos y fuerzas de seguridad, desde la Policía Local a la Nacional, que ha sido reforzada, pasando por la Guardia Civil e Interpeñas. El objetivo es que no haya concentraciones humanas que rebasen el máximo permitido y, sobre todo, que no se haga botellón.

«Vivimos un momento muy preocupante», subrayó ayer el alcalde de la localidad, José Manuel Aranda, que apeló a la «responsabilidad de todos» para evitar la propagación del covid-19. «Puede haber mucho portador asintomático y eso hay que controlarlo», afirmó.

De ahí, señaló, que se hayan distribuido camisetas entre los jóvenes en las que aparecen estampados lemas que invitan a llevar mascarilla y a la respetar la distancia social, así como a observar una actitud que no facilite la propagación del virus. Aranda se mostró convencido de la colaboración de la juventud, la franja de edad más perjudicada por la supresión de las fiestas.

El PSOE local, por su parte, distribuyó ayer por las redes sociales un mensaje sobre San Roque 2020 en el que pide textualmente: No lo celebres. No lo tires por la borda

Parece que la población se ha tomado en serio las advertencias de las autoridades. «No hay ni vino de honor ni chupinazo ni nada», señaló Braulio Gracia, miembro de la peña La Garnacha y exconcejal de Festejos de Calatayud.

«No hay ambiente por las calles, es como si las fiestas hubieran terminado ya y todo el mundo anduviera cansado, resacoso o sin dinero», explicó.

A esa sensación de ciudad triste pese a ser los días de San Roque contribuye el hecho, según Gracia, de que son numerosos los bares que han decidido cerrar porque quieren evitarse problemas.

La Policía estará controlando aforos, dándose vueltas por los lugares tradicionales de concentración de peñistas, «y temen que les multen». Organizativamente, la anulación de las fiestas puede ser un éxito, pero el lado negativo es que «la ciudad está paralizada».

Los negocios de hostelería, una pieza fundamental de la economía local, o no han abierto o no registran la asistencia que tendrían con unas fiestas normales. Y eso significa un parón en el sector de la distribución de bebidas y de alimentación en general, así como hoteles vacíos y calles sin movimiento comercial.