La escritora zaragozana Ana Alcolea tenía que haber presentado su último libro infantil, El abrazo de las amapolas (Anaya), el 2 de abril en la librería París, pero llegó el estado de alarma y no ha sido hasta este jueves cuando ha salido a la venta, ya con las librerías abiertas. "Claro, las librerías necesitan un respiro y hay que apoyarlas como sea, porque la gente esté comprando con Amazon y cosas de estas y las librerías e toda vida, ¿qué?, el librero de toda la vida, ¿qué?, se pregunta. A ella, el confinamiento le ha cogido en Noruega, de donde es su marido y donde lleva ya tres meses y donde permanecerá hasta septiembre.

- Hábleme de la historia que hay detrás de 'El abrazo de las amapolas'.

- Es la tercera entrega de una serie, que comenzó con El abrazo del árbol y siguió con El abrazo de la sirena. En el primero aparecía Miguel y su perro Gustavino; en el segundo se incorporó Sabina y ahora están los tres. Son dos amiguicos que pasean y juegan, pero una parte del parque de la zona donde viven la tienen prohibida y se preguntan por qué: si hay un fantasma, si se cometió un crimen... Y al final la profesora los lleva porque es hora de que los niños sepan y es que allí hay un campo lleno de amapolas, porque allí hubo una batalla durante la primera guerra mundial y esa parte del parque es en realidad un cementerio donde están los soldados enterrados y donde salen las amapolas. Esta flor es un símbolo de la primera guerra mundial porque decían que había tantos muertos, que la sangre era como una amapola que salía del corazón de los soldados. Y es un recuerdo a los que murieron por esta y por todas guerras. Por eso en la portada, al igual que en las anteriores, están los chicos en la copa del árbol. En este caso está en la copa las amapolas pero la copa del árbol es el casco de un soldado y debajo se ve debajo la máscara antigas de los soldados. Pero antes de saber que existía el Día de las amapolas en el Reino Unido, yo la conocía por una canción italiana, La guerra de Piero, de Fabrizio De André, de 1966, que habla del soldado que duerme sepulto en un campo de trigo que tiene mil amapolas rojas y esa canción está detrás de la historia.

-Es un libro de aventuras, pero también les ayuda a conocer la Historia.

-Es una aventura pero yo creo que los niños tienen que conocer y enfrentarse a muchas cosas y ahora con la pandemia estamos viendo que se están enfrentado a sus soledades, a su casa… tienen que adaptarse a cosas diferentes a las que estaban acostumbrados. El ser humano es capaz de adaptarse a todo. Está bien que los niños conozcan que pasaron cosas terribles. La muerte y la guerra no es un juego, ni la batalla es un juego. Cuando acaba no te vas a dormir, a lo mejor no existes ni tu ni tu familia, la guerra es eso. Y creo que tienen que saberlo, de una manera amable, que es como yo escribo, pero saberlo. Nosotros a su edad ya sabíamos que había habido guerras cerca de nosotros y no pasa nada por saberlo. Todo nos va haciendo fuertes y más libres. Los niños que están viviendo la pandemia ahora se están dando cuenta de que nada está garantizado.

-¿Por qué no se les cuenta estas historias?

-Habrá que contarle todo en su crueldad. Aquí la sangre son amapolas. De forma metafórica se pueden contar muchas cosas. Yo creo que no se les cuenta muchas cosas para protegerlos, pero uno se protege haciéndose más fuerte, no metiendose en un cascarón porque el cascarón se rompe.

-Ha vuelto a contar con David Guirao para las ilustraciones. Se entienden perfectamente.

-Es alucinante porque yo le doy el texto y no hablamos. Nada. Él lee el texto bien leído e ilustra lo que las palabras le sugieren, que es lo que tiene que hacer un gran ilustrador, no contar lo que ya cuentan las palabras sino lo que le sugieren. Él capta cosas que yo he pensado, pero sobre todo, que yo no he pensado. Sus ilustraciones enriquecen el texto. Yo no puedo imaginar a los personajes ni los ambientes de otra manera. Por ejemplo, él ha hecho que las hojas del árbol se conviertan en mariposas, que caen como la lluvia. Y es precioso y a mí nunca se me había ocurrido.

-¿Tendrán Miguel y Sabina más historias?

-Yo quiero que las sigan teniendo y la idea que tiene la editorial es que también. Yo quiero saber más sobre ellos, verlos crecer y ver cómo van comprendiendo el mundo y tienen muchas cosas que contarnos.

-Ha publicado para niños, adolescentes, adultos.. ¿En qué franja se siente más cómoda?

- Yo no creo que los libros tengan edad. Este libro lo puede leer un adulto y disfrutarlo y si no, me quedaría muy preocupada y pensaría que no lo he hecho bien. El libro infantil tiene que hacer disfrutar y pensar a un adulto. Un libro para adultos no lo puede leer un pequeño. Cómoda me siento igual. Lo más difícil es escribir para niños, eso lo tengo claro. Me gusta meterme en mi misma cuando era pequeña, qué me hubiera gustado leer cuando tenía 8 o 9 años. Para jóvenes es lo que más tengo porque he sido profesora muchos años de adolescentes y no me resulta difícil meterme en la piel de un joven de 16 años. Yo intento escribir siempre desde la literatura, no hago concesiones al público, pensar que está de moda escribir sobre vampiros, escribo de vampiros… yo escribo lo que necesito yo. Creo que si escribo desde mis necesidades y emociones, podré llegar al público independientemente de la edad que tengan. Cuando escribes para adultos te sientes más libre porque puedes decir cualquier cosa y tratar cualquier tema. Yo tengo dos libros para adultos y el tercero que va a salir en octubre, en la editorial Harper Collins, una novela a la que le he puesto muchísimo de mí, es muy personal y no puedo decir más.

-¿Ha escrito mucho en estos meses?

-Para mí ha sido fundamental escribir, he escrito mucho y cosas muy diferentes, artículos, cuentos, una novela infantil, he revisado dos novelas, una de adultos y una juvenil, un proyecto teatral sobre Beethoven, que se estrenará en Bilbao en el Teatro Arriaga en marzo, que ya tenía hecho y estoy rehaciendo todo, así que no he parado.

-¿Siempre trabaja tanto?

-Suelo trabajar bastante, pero no tanto, porque en estas fechas debería estar en Mallorca dando charlas y terminando las que conferencias que doy por toda España durante tres meses, así que no hubiera tenido tanto tiempo de escribir.

-¿Cómo ha llevado el confinamiento?

-Aquí ha sido distinto. Ha habido muchos menos casos, se vive de otra manera, no hay aglomeraciones, lo que ha habido que mantener y todavía hay que hacerlo es la distancia social, el gel cuando se va a las tiendas, pero no hay que llevar mascarilla. Pero también te digo que llevo tres meses aquí y no he pisado una tienda: casa, parque y cuando ves a alguien te cruzas de acera. Pero aquí ya se ha vuelto a las escuelas e institutos…

-La nueva normalidad.

-Claro, aquí hay nueva normalidad, con cuidado, pero ya están abriendo los bares y restaurantes. El lunes pasado fue el primer día que se pudo ir a tomar una cerveza a una terraza porque antes tenías que comer, pero nosotros no lo hemos hecho todavía. No hemos hecho vida social y nadie la ha hecho porque hay que tener cuidado.

-¿Y en lo personal?

-Ha sido doloroso sin ver a mis amigos y mi familia. Me vine con una maleta pequeña llena de libros y medicinas por si acaso, pero… se puede vivir con mucho menos de lo que estamos acostumbrados. Hecho de menos mi casa, mis amigos, mis cosas, pero puedo vivir sin mis cosas, con mis amigos sigo en contacto con mensajes… pero con los objetos, me gustaría tenerlos, pero puedo sobrevivir sin ellos y sin ir a terrazas.