--¿Qué hace una mujer joven como usted de alcaldesa de un pueblo pequeño como Villalengua?

--Sobre todo, trabajar. Es cierto que en algunos municipios aún pervive el concepto del alcalde como hombre y, a ser posible, mayor. Yo me embarqué en este proyecto para hacer algo, porque veía que el pueblo se nos iba. Villalengua es un municipio exclusivamente agrícola y no pasa por un buen momento. Sólo hay tres cooperativas de envasado de fruta.

--¿Y qué solución tiene?

--Una solución sería buscar puestos de trabajo alternativos como cooperativas de transformación para hacer mermeladas o zumos con la fruta que no tiene otra salida. Otra potencialidad de nuestra zona es el turismo rural. Tenemos un paisaje precioso. Todos los visitantes se asombran de ver la vega del Manubles, el monte, sus pueblos... Pero este tipo de iniciativas deben partir más de la iniciativa privada.

--Pero para que un pueblo pequeño como éste pueda sobrevivir también son fundamentales los servicios

--Por supuesto. Hace sólo unos meses se abrió una farmacia, un servicio muy demandado, ya que tenemos una población mayoritariamente envejecida. El ayuntamiento se ha volcado en crear centro social moderno con un espacio joven, para evitar el problema de los coche por la noche. Ha funcionado tan bien que muchos sábados atrae a gente de los pueblos de alrededor, algo que nos hace ser optimistas.

--¿Tanto como para creer que aún se pueden salvar los pueblos?

--Sin duda, pero no es sólo que se pueda, sino que hay que salvarlos, al menos aquellos que todavía no están en una fase terminal. Pero para ello se tienen que volcar las administraciones competentes. No se puede concebir una sociedad sin el medio rural, pero también es necesario que los vecinos de esos pueblos cuenten con las mismas oportunidades que el resto.

--¿Qué le dice el nombre de Braulio Bermúdez?

--Define un poco ese espíritu de igualdad y solidaridad. Fue una persona que nació en Villalengua en 1911 pero que se marchó de aquí con 3 años. La gente sólo recuerda que su familia tenía una casa en la plaza del pueblo y que se marcharon al País Vasco porque no les iban bien las cosas. Sin embargo a su vejez, en 1989, decidió ofrecer parte de su fortuna para dar estudios a los niños más pobres del pueblo.

--¿Qué pasará ahora que Braulio ha fallecido?

--Ahora, nuestra empeño está en volver a poner en marcha la Fundación Braulio Bermúdez que él creó y a la que donó 18 millones de pesetas. Ese era su deseo e incluso aseguró que a su muerte dejaría parte de su dinero a la obra social, aunque todavía no se ha leído su testamento. Yo todo lo que he oído decir sobre él han sido buenas palabras. Debía tener mucho cariño a este pueblo para hacer lo que ha hecho, pero, sin duda, y a pesar de que vivió aquí sólo tres años, ha dejado también una huella imborrable. Por eso, para que tampoco se le olvide con el paso de las generaciones hemos decidido poner su nombre al futuro parque que se va a crear.