De fuerte tradición local, la Semana Santa en Aragón conserva sus propios secretos, algunos olvidados, como la procesión del bisbis , y otros actuales, como el de los puntuntunes . Todo un anecdotario que abre las páginas de un dicccionario propio de la semana de Pasión.

Fueron las Ordenes Terceras, muchas veces franciscanos, quienes popularizaron calvarios y Vía Crucis, sobre todo en el Bajo Aragón, donde está más extendido el tercerol (de ahí su nombre) que el capirote. Allá conservan tradiciones como el Drama de la Cruz de Alcorisa, o los puntuntunes de Calanda, guardia romana que vela el calvario desde el siglo XVII (el nombre viene del sonido del tambor).

Igual surgió el nombre de la exigua procesión del bisbis (interpretación popular del ora pro nobis ) o el canto de los oscenses misereres.

Y de manera similar, los habitantes del Bajo Aragón adoptaron el sonido del tambor para instrumentalizar la costumbre de golpear los bancos de las iglesias con piedras en el oficio del Viernes Santo y para escenificar el temblor de la Tierra con el que la Biblia describe la muerte de Jesús.

Atrás queda la profana procesión de los mazos, en la que los niños rompían los cajones que, a tal efecto, los tenderos sacaban a la calle, celebración que todavía se prolonga hasta el martes de Pascua en Teruel, que celebra el Sermón de las Tortillas desde la Reconquista.

Mientras, todo Aragón rinde fidelidad a tallas valiosas, que cuentan con su propia historia. Como el Nazareno de Zaragoza, en cuya superficie se nota un balazo recibido en la Guerra de la Independencia, periodo en el que el Cristo Yacente (conocido como La Cama) estuvo postrado a los pies de la Virgen del Pilar.

Y si el zaragozano Ecce Homo se dice que fue una talla de altar, la Virgen del Descendimiento es, según algunos, una copia del cuadro de Rubens. Pero no sólo de las tallas están orgullosos los aragoneses. También de instrumentos propios como la matraca , que se reservaba para los toques de difuntos. En Caspe, presumen de tener el tercer lignum nostrum más grande del mundo, que fue pectoral de Clemente VII en el siglo XIV. También es popular la sábana santa de Campillo. Y los alabarderos de Tarazona, que pagaron un alto precio por sus trajes. A principios de siglo, un anticuario de la zona los obtuvo a cambio de una coraza de plata labrada que Felipe II regaló a la ciudad del Queiles en 1592. Hoy, esta pieza se concerva en el Museo de Londres.