La capital turolense es desde anoche una villa del año 1217, cuando tan solo era una población de algo más de 1.700 habitantes, ocupada por aragoneses y navarros venidos de fuera, y musulmanes nacidos ya en tierra reconquistada. Los funcionarios, repartidores, amas de casa y policías municipales han dejado paso a multitud de caballeros de órdenes militares; señores y lacayos; artesanos y titiriteros que se han dado cita para celebrar hoy Las Bodas de Isabel de Segura .

Una joven llamada Isabel de Segura se casará contra su voluntad hoy, a las doce y media, en la iglesia de San Francisco, con Don Pedro de Azagra, Señor de Albarracín, que responde más al gusto de su padre que al de la prometida.

Enamorada de Diego

Ella está enamorada de Diego de Marcilla, un turolense segundón de familia noble y, por lo tanto, sin la herencia que hubiera merecido la aprobación de su padre. Por ello se alistó en los ejércitos que combatían al enemigo moro, en busca de una fortuna que le permitiera desposarse con el amor de su vida. Pero el tiempo ha pasado y anoche se anunciaba públicamente una boda que Isabel asumía resignada.

Y es que hoy se cumple el plazo que se le había dado a Diego para regresar a Teruel con fortuna. Sin embargo, parece que las noticias que llegan no ofrecen muchas esperanzas a Isabel. Una cuadrilla de cátaros, herejes perseguidos que llegaron buscando asilo en la villa, aseguraron anoche que un vecino de Teruel, llamado Diego de Marcilla, había resultado muerto tras librar múltiples batallas al otro lado de los Pirineos. Ahora más que nunca el futuro de Isabel está claro. Ya no hay nada que hacer.

Sin embargo, la noticia de la muerte es falsa y un caballero cabalga hacia la ciudad mientras suenan campanas de boda. Es Diego, que vuelve dispuesto a casarse con Isabel tras haber cumplido con la promesa de alcanzar fama y enriquecerse tras los cinco años que ha estado fuera. Un tiempo pactado, pero en el que los padres de su amada le han buscado otro pretendiente con el que ahora le obligan a casarse.

Diego llega tarde. Justo para ver a Isabel desposada con otro hombre y sin la fuerza suficiente como para darle el beso que él le pida. Demasiados esfuerzos echados por tierra que harán que el amante se desplome muerto ante la negativa de su amada, que prefiere preservar su honestidad de mujer casada.

Dicen que amores que matan nunca mueren y, por eso, Isabel no puede despedir a Diego sin darle el beso que le negó en vida, cayendo muerta junto a él.

El suceso causó tanta conmoción en la ciudad que se decidió enterrarlos juntos, tal y como permanecen actualmente sus momias, testigos de una leyenda que hoy vuelve a revivirse en Teruel.