A pesar de tener muy reciente que acababa de empezar una nueva década con el año 2020, este domingo Zaragoza ha recibido el año 1900 de la mano de la cabalgata que daría paso a los Reyes Magos. Después de un largo viaje y gracias a que la niebla había dado un poco de tregua, los Reyes Magos llegaron a Valdespartera dispuestos a pasar una larga noche por las casas zaragozanas. El transporte público comenzó a llenarse cuando aún faltaba más de una hora para que diera comienzo la cabalgata desde el colegio Joaquín Costa y los niños esperaban impacientes y nerviosos para ver a su Rey Mago favorito. La ilusión reflejada en sus caras no dejaba paso al agobio y a la multitud que había concentrada y ellos, sin saber que todavía faltaban 15 minutos para que los deshollinadores pusieran las calles de esa Zaragoza antigua que amanecía el día de Reyes, gritaban una y otra vez una cuenta atrás que nunca finalizaba con un final feliz.

A las 18.00 horas los flashes de los móviles empezaron a grabar y eso solo significaba una cosa, la cabalgata había dado comienzo y, aunque era por la tarde, los ahí presentes se trasladaron a la madrugada de 1900 con el grito de la prensa anunciándose detrás de los deshollinadores y dando paso a los buzones de correos y los carteros, que no dejaron de trabajar ni la noche de reyes porque más de un niño se había esperado hasta el último momento para escribir la carta. «¡Aquí por favor, no os dejéis mi carta!», gritaban los niños en un momento de crisis, pensando que si esa carta no llegaba a las manos de los Reyes mañana no habría ningún regalo con su nombre debajo del árbol.

Los bailes y la música no cesaron ni un solo minuto en la espera a las comitivas reales. Con la llegada del mercado, las berenjenas y las coles fueron pasando de mano en mano, las cestas de mimbre llenas de comida hicieron que a más de uno le entraran ganas de merendar y los más mayores comentaban e intentaban acertar con la fecha de creación del Mercado Central en Zaragoza.

El proletariado llegó lleno de fuerza y anunciando en grandes pancartas que los Reyes Magos llegaban esa misma noche. «¿Mamá, ahí qué pone?», preguntaba algún pequeño que aún no dominaba la lectura. Los que sí que sabían que esos carteles anunciaban la próxima llegada de Sus Majestades empezaron a ponerse aún más nerviosos si cabe y los gritos fueron en aumento a pesar de que aún quedaban por pasar todos los personajes de los cuentos infantiles. Pinocho y Gepetto, Caperucita Roja y el lobo, Blancanieves y los siete enanitos y Maléfica, entre otros, saludaron a todos los niños que, con los ojos muy abiertos, no se perdieron detalle tampoco de la lámpara mágica donde se encontraba El Genio. La noche empezó a caer, tanto en la actualidad como 120 años atrás, y la magia llegó a la ciudad. Por fin, y tras muchos gritos, la estrella se asomó y comenzó a brillar muy fuerte para que los Reyes Magos la siguieran sin problema alguno. EL Rey Melchor fue el primero en aparecer y por lo tanto, el que más ovación se llevó por parte de los más pequeños.

Carrozas reales

Esta noche nadie quería quedarse sin su regalo y por eso los más pequeños les recordaban a sus majestades los Reyes Magos que no se olvidaran de ellos. Por si ese recordatorio no fuera suficiente, había algún otro que se aseguraba de que sus buenos actos durante el año no cayeran en balde y entre gritos de «¡Melchor!» se podía oír algún «¡y me he portado muy bien!» aunque los padres por detrás, cabeceaban sabiendo que eso no era del todo cierto. Gaspar no se hizo de rogar y llegó seguido de una gran carroza llena de regalos. Baltasar, a pesar de llegar en última posición, fue recibido con el mismo cariño y entusiasmo que los niños derrochaban al principio de la tarde.

Cuando parecía que la alegría había desaparecido y las carrozas comenzaban a alejarse, una locomotora apareció y pilló a más de uno sin saber qué era. «Es el carbón, el que te llagará como te portes mal», explicaban tajantes los padres. Los niños abuchearon a los carboneros que no les costó ni un segundo ganarse al público nada más acercarse. La música, el break dance y el buen humor que transmitían desde la máquina, hizo que a los más pequeños se les olvidará que los Reyes los habían dejado atrás y que iban directos a plaza Aragón, para bajar por Independencia y llegar así a la plaza del Pilar para realizar la adoración al niño en el Belén.