La antigua Universidad Laboral de Zaragoza, que se halla en desuso y abandonada desde 1997 al detectarse aluminosis en algunos edificios del complejo, es un ejemplo maltrecho de la arquitectura oficial en la época franquista. Vista de lejos, recuerda a otras construcciones grandiosas de aquellos años, como el hospital Miguel Servet o el San Jorge de Huesca, reformas y actualizaciones aparte.

Fue concebida a lo grande, construida en un tiempo récord en los años 60 del pasado siglo y destinada a enseñar a una legión de jóvenes que querían aprender un oficio. Entró en marcha en 1967 y funcionó hasta 1997, año en que se cerró por problemas de seguridad. Desde entonces vive un lento declive que exaspera a las fuerzas políticas y sociales que se proponen que el Gobierno de Aragón la rescate y la dedique a actividades educativas y culturales.

En su época de mayor esplendor, la Universidad Laboral, que fue la primera exclusivamente femenina de España, llegó a contar con 3.500 alumnas y 300 profesores y educadores. Poseía secciones de Bachillerato, escuelas universitarias (Asistencia Social, Ingeniería Técnica Química, Confección y Magisterio), Formación Profesional y laboratorios y talleres.

Sus antecedentes históricos se remontan al 9 de mayo de 1964, cuando el ministro de Trabajo de entonces, Jesús Romero Gorría, prometió en Zaragoza la creación de un gran centro de enseñanza de distintas especialidades enfocadas al mundo laboral.

256 MILLONES PRESUPUESTADOS

El 9 de enero de 1967 se firmó la escritura mediante la cual el Ayuntamiento de Zaragoza donaba al Ministerio de Trabajo 20.000 metros cuadrados de terreno situados en el barrio de Santa Isabel, junto al polígono industrial de Malpica y la carretera Madrid-Barcelona (N-II).

El autor del proyecto fue el arquitecto Manuel Ambrós Escanellas y la empresa constructora, Huarte-Dragados-Entrecanales y otras compañías asociadas. Las obras, según recoge un estudio realizado por Gonzalo Lago-Rivero, comenzaron el 13 de marzo de 1967 y, algo más de seis meses después, el 29 de octubre de ese mismo año, la Universidad Laboral abrió sus puertas, si bien las clases no empezarían hasta el 2 de noviembre siguiente.

En el proceso de construcción intervinieron tres ingenieros, cuatro jefes de grupo, dos programadores, 26 técnicos, 27 capataces y 857 obreros. Los medios técnicos movilizados fueron enormes: 17 grandes grúas (tres de ellas móviles), 30 montacargas, cinco estaciones de hormigonado con su silo de cemento, 10 cintas transportadoras y 30 volquetes. Se utilizaron dos millones de ladrillos cara vista y otros tantos para tabiques, así como 6.000 toneladas de cemento, 2.000 de hierro laminado y 300 de redondo. En total, se emplearon 40.000 metros cúbicos de hormigón.

De esta forma, en mayo de 1967 se habían invertido 65 millones de los 256 presupuestados. Pero en el verano de 1970 comenzaron unas obras de ampliación, por un importe de 55 millones de pesetas, que se inauguraron en diciembre del mismo año.

Se construyó en esta fase una gran residencia con capacidad para 800 internas distribuidas en cuatro colegios, cada uno de un color distinto, lo que andando el tiempo se ha convertido en un elemento diferenciador de los exalumnos.

INSTALACIONES DEPORTIVAS

Aparte, se hizo otro edificio de dos plantas, donde había todo tipo de aulas. Esta ampliación, que se extendió a otros servicios, supuso aumentar la capacidad del complejo a 2.000 plazas.

Las edificaciones eran pabellones conectados sobre los que se levantaba el bloque de la residencia, el hito arquitectónico más visible, que tenía 12 plantas y sótano. El complejo estaba concebido como una pequeña ciudad con sus calles, una sala de cine, una cafetería, naves con aulas y un polideportivo. Las zonas verdes, que incluían un estanque, ocupaban 3 de las 20 hectáreas sobre las que se levantó el centro.

Los 65.000 metros edificados en la primera fase albergaban una piscina cubierta climatizada con graderío para 400 espectadores, una biblioteca con capacidad para 200 lectores, tres salones de actos (uno de ellos concebido para 1.400 personas), diversos laboratorios, una nave-taller con maquinaria moderna de confección industrial, tres residencias de alumnos, apartamentos para los profesores y vivienda para el personal de servicios, lo que suponía más de 400 habitaciones perfectamente equipadas.

Había asimismo servicios médicos y una enfermería con más de 30 camas, además de pabellones de aulas en los que cabían 2.000 alumnos, comedores y cocina para el personal, cafetería, capilla y oficinas. En el exterior se hallaba un estadio con pistas de atletismo, así como un campo de fútbol y pistas de tenis, baloncesto, balonmano y balonvolea, pues se busca fomentar tanto el estudio como la práctica de deporte.

PREMIO ARQUITECTÓNICO

Toda esta serie de mejoras le supuso la concesión del premio arquitectónico Ricardo Magdalena, que se otorga a los edificios de gran calidad, tanto por su funcionalidad y belleza como por la forma en que se han resuelto las dificultades técnicas.