El tango es una moda de 130 años que ha calado profundamente en Zaragoza. El escritor y profesor Javier Barreiro se enamoró de esta música en la voz de Carlos Gardel con poco más de 20 años y desde entonces ha aplicado un metódico entusiasmo a entender todos sus secretos, claves y vivencias. «Descubrí un mundo inextricable que me llevó a hablar lunfardo casi sin querer», asegura ante una copa de vino blanco en uno de los bares de la calle Heroísmo.

Los zaragozanos comenzaron a bailar este ritmo mestizo y decadente a partir del año 1906 en bares y salones. En los años 20 se editaron incluso revistas exclusivas. «El entusiasmo era equiparable al que supuso el rock», explica. O a Maradona, por no salir de Argentina.

Barreiro ha escrito decenas de libros y artículos sobre el tango, con una dedicación especial a Gardel. «El mismo año de su muerte, en 1935, le compusieron un tango en Zaragoza y se editó su partitura con el título de ¡¡¡Gardel!!!», recuerda.

El escritor forjó su gusto en «veladas alcohólicas» junto a un gramófono, viejos discos y un grupo reducido de amigos, variados todos. Juntos observaron como en la Zaragoza de los 80 la pasión por el tango recuperaba el vigor perdido con la aparición de las primeras academias, como la que regentó El pibe Sanjo o la apertura de restaurantes de referencia como El Mangrullo cuyo último dueño fundó la asociación argentina más importante de la ciudad.

Almagato

Barreiro aventura que es «muy probable» que la cupletista Paquita Escribano fuera la primera aragonesa que cantó un tango. El artículo El tango en Zaragoza que tiene publicado en su página web es una fuente de información imprescindible para analizar la relación de la ciudad y en la que se aborda incluso la conversión de Mauricio Aznar al colectivo de enamorados de Gardel a través de la banda Almagato.

Barreiro comparte esta pasión por el tango o el lunfardo con músicas como la jota o el cuplé. Toda una declaración de amor a lo noble y lo popular.