Motivar es el verdadero dilema de un educador. Encontrar esa llave que active el interés por el conocimiento, por el descubrimiento propio, sin ser forzado. En Tierrantona (Sobrarbe), un entusiasta profesor, Willy Mamolar, ha dado en el palo. En el bicho palo. Con insectos. Esos diminutos seres se han convertido en el epicentro del universo del CEIP La Fueva. Como una araña, ha tejido toda una red alrededor del interés que ha despertado en sus siete alumnos de sexto de Primaria: María, Abel, Sara, Lorien, Antonio, Diego y Matías. Como él dice, el premio es el entusiasmo por querer aprender de sus muchachos y de paso, también, un Félix de Azara de la Diputación Provincial de Huesca otorgado esta semana.

Todo empezó con una oruga. O con una melé. Según se mire. Héctor Pérez es el entrenador de rugby de Willy en los Quebrantahuesos. Pero también es biólogo y fotógrafo de la Asociación Ueco. Un día, para aliviar el confinamiento, le dio este peludo lepidóptero a su ala para que viera en casa, con sus críos de 2, 5 y 8 años, cómo se convertía en crisálida y luego en mariposa. El impacto provocado en sus cachorros activó su idea de trasladarlo a clase.

La pandemia ya evitó que pusieran en marcha otro proyecto de casas nido junto a Héctor . Porque este centro es pionero en establecer el entorno natural privilegiado que lo rodea como un recurso didáctico de primer nivel. En 2017 ya recibieron el mismo galardón con un programa sobre el Alimoche. Entonces pudieron acudir a recogerlo a una gala especial. Ahora será más difícil. Da igual.

Experiencias

En este colegio son 43 alumnos llegados de 14 núcleos, porque el 90% son transportados. En La Fueva hay sólo dos ayuntamientos, Palo y Tierrantona, donde la agricultura y la ganadería son el motor económico. “Es más fácil involucrar a todo el centro porque son pocos. Eso nos motiva a lanzarnos en cosas como esta”, dice Soraya Ramos, directora del colegio. Con el premio, de unos 2.000 euros, realizarán alguna experiencia para reformar los conocimientos adquiridos.

La entomología, como se llama el estudio científico de los insectos, es una auténtica moda en el valle. Todo explotó ese día que Willy se llevó a los de sexto a buscar arañas tigres. “El segundo día encontramos una y vimos cómo se comía un saltamontes. Me pedían volver todos los días para ver qué había pasado”, cuenta el maestro.

Fue sólo la primera pieza. “Pasamos de ser el equipo de las arañas tigre al de las mantis”, delata el educador. Porque Sara Castillo, de once años, paseando por Aluján, su pueblo, se encontró una y la llevó a clase. Ahora es la mascota. “Se llama Bichisua”, dice esta despierta zagala. La tienen en el aula hibernando, como una crisálida de una futura mariposa y una araña esperando la primavera en su propia bolsa protectora. “Las mantis son caníbales y las hembras se comen a los machos”, recita aplicada Sara. Y es que hasta lo han visto. Tienen una fichas de recogida y observación y los insectos que cogen los sueltan en el mismo lugar después de una semana.

La locura ha contagiado a todo el centro. De sexto hacia abajo, porque el resto de las clases son mixtas, donde van juntos escolares de distintos cursos. Los mayores construyeron unos terrarios reciclando garrafas e intentando copiar las condiciones de los hábitats locales. Al día siguiente otros menores del colegio los trajeron a clase. “Creo que habrá unas diez casas en La Fueva con ootecas. ¿Sabéis lo que es?”, interroga Willy. Pues, para quien no lo sepa o no vaya al CEIP_La Fueva, son nidos de mantis donde puede haber entre 15 y 300 nuevos parientes.

Los insectos se han aplicado al currículo de otras asignaturas. Como en inglés aprendiendo vocabulario o en lengua, donde ponen énfasis en mejorar la expresión oral. “Hacemos redacciones sobre insectos, cuentos o describimos hormigueros”, explica parlanchín Diego. Las salidas, recomendadas por la Consejería en tiempos de pandemia, sirven también para educación física, pero se han aplicado a matemáticas, aunque hay temas que se siguen dando por los libros. “El mínimo común múltiplo lo seguimos dando. Para nosotros sería más sencillo seguir sólo los libros. Estos métodos son más lentos y complejos, pero más emocionantes porque motivan. Teníamos niños que apenas hacían deberes y ahora te vienen entusiasmados porque han encontrado un bicho nuevo”, relata Willy, un neorrural de Las Delicias que tiene plaza fija en La Fueva y pocas ganas de moverse.

Su nuevo teléfono arde. Le llegan fotos de todo tipo de pequeños animales encontrados en las búsquedas por los rincones de La Fueva. Del Campanue a Cabezonada. De Humo a Formigales. Google y Héctor son su apoyo para encontrar respuestas que en muchas ocasiones no tiene. “Encontramos una mosca de muchos colores que no sabemos qué es”, dice María.

La cosa continua. Porque ahora los insectos “están de bajón” por el frío. Andan pensando en nuevas propuestas para alargar la motivación que arrastra este experimento que recuerda a la Institución de Libre Enseñanza. Se han puesto a hacer un huerto, contribuyendo al trabajo grupal. “Muchas familias son agricultores. Ellos ya tienen su huerto, pero este será el suyo. Las hortalizas más chulas salen en verano. Pondremos cereales”, relata Willy. “Plantas nutricias, para atraer a las mariposas”, explica Diego. “Estoy seguro de que estos niños nunca se van a olvidar el tipo de artrópodos que hay”, reafirma Willy. De esos bichos y, mucho menos, de un gran maestro de escuela rural.