Monflorite ha sido conocido por acoger el denostado aeropuerto de Huesca, pero la localidad realmente ha logrado su auge como dormitorio para los altoaragoneses. Tener guardería es lo que marca la diferencia.

Estefanía Barrabés y Pedro Martínez se mudaron a la localidad gracias a los bajos precios de la vivienda y por la cercanía con sus lugares de trabajo, en la capital altoaragonesa.

Destacan que a pesar de la poca población tienen a mano los servicios que necesitan, y también que existe actividad durante todo el año. Por lo menos hay un bar que en verano se muda a las piscinas.

El pueblo viejo de Monflorite y la zona de los chalets se encuentran a pocos metros de distancia, pero sirve para evidenciar la diferencia entre una zona y otra, algo que niegan los propios residente, que dicen sentirse totalmente integrados. «Lo normal es ir y venir al trabajo, pero eso no impide hacer vida normal», dicen.

Lo que más valoran, además del tamaño de la vivienda a la que han podido acceder, es tener guardería para su hija. Así crecerá en un entorno más beneficioso del que puede ofrecer una ciudad. Monflorite, además, por su situación privilegiada ofrece unas estupendas vistas de toda la sierra de Guara, que se encuentra a un solo paso.

En el año 2000 este pueblo únicamente contaba con doscientos vecinos empadronados y en la actualidad ha duplicado su población. La presencia de una escuela de vuelo en el propio aeropuerto también ha servido para animar sus calles con nuevos pobladores.