Miramos a Italia con compasión, como país políticamente ingobernable, sin analizar la situación de bloqueo político que se extiende por nuestras instituciones, por media y paralizada España. Viendo la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el nuestro.

España es un país bloqueado, irreconocible. No tanto porque Mariano Rajoy no se reconozca en la huelga a la japonesa que pretendían llevar a cabo hoy las más progres de sus políticas, Cifuentes, Tejerina (y pare de contar) sino porque el español medio, el de a pie, el votante, el mediopensionista, no reconoce la materialización de sus deseos ni conceptos en nuestro irreconocible y bloqueado mapa político.

El mapa de Cataluña, para empezar, colapsado por los procesos judiciales y por la manifiesta irresponsabilidad de Esquerra y PDECat, de los Puigdemont, Torrent, Junqueras y demás «incompetentes e inútiles» (así los ha llamado el diputado socialista catalán Salvador Illa).

El mapa político nacional, para continuar, con un Congreso de los Diputados con tal inestabilidad que basta un cambio de rumbo, o de cromos, para que el Gobierno vuelva a estar en minoría y se paralicen las leyes, las partidas, las gestiones, las comisiones, todo cambio o reforma. Ahí sigue y seguirá Rajoy hasta el fin de la legislatura, inasequible al desaliento o la crítica, tan inmóvil como los leones del Congreso, reconociéndose tan sólo en su propia permanencia o inmovilidad.

El mapa político aragonés, para finalizar, con tres de sus principales instituciones, el Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Zaragoza y el Justicia semiparalizados por falta de acuerdo, pacto, alianzas o consensos en sus administraciones y transiciones.

La imagen de nuestros políticos no es buena, no está nimbada por la inteligencia y la eficacia, sino por la división y la crispación. Siendo pactista nuestra tradición, los pactos se firman ahora sobre hojas de agua, con tinta invisible, dando viejos y nuevos políticos vuelta a la noria de la sinrazón, más que arando otros campos de inversión, gestión, objetivos y proyectos donde podamos prosperar y reconocernos. Unos y otros, tristemente, dan por conclusa la legislatura (faltan quince meses) y se disponen a hacer lo que mejor saben: gritar en campaña contra el enemigo.

¿Solución? Liderazgo. ¿De quién? La mayoría. ¿Cuál? Ah, ése es su trabajo.