La nueva normalidad ha comenzado. Tras tres difíciles meses de lucha contra el coronavirus, marcados por las restricciones de movimientos y el confinamiento, Aragón y el conjunto de España abren hoy una etapa cargada de esperanza por la recuperación de parte de la vida cotidiana que se había interrumpido. Aunque continúan algunas limitaciones, las medidas de prevención van a experimentar un cierto alivio que ayudarán a reanimar la maltrecha economía. Pero también hay miedo. Hay temor a que surja un gran rebrote, lo que obligaría a dar marcha atrás y aplicar de nuevamente medidas drásticas para el control de la pandemia de la covid-19.

La batalla contra el coronavirus cambia de pantalla y uno de los principales hitos de ello es que desde este domingo ya es posible viajar libremente a otras comunidades autónomas. La apertura total de la movilidad tiene una enorme trascendencia y repercusiones en múltiples direcciones. El efecto más visible será el éxodo de miles de aragoneses a sus segundas residencias en zonas de playa, principalmente de Tarragona y Castellón, tras tres meses sin poderlas visitar. Y en sentido contrario, se producirá la llegada de un elevado número de foráneos que tienen viviendas o apartamentos en el Pirineo oscense -sobre todo, vascos y catalanes- o en las sierras turolenses -la mayoría valencianos-. Todo ello, cuando está a punto de iniciarse el verano y acompaña el buen tiempo.

Recuperación con pinzas

Estos flujos y movimientos también propiciarán la recuperación de algunos sectores económicos que se han visto golpeados por la crisis del coronavirus. El turismo, que lleva prácticamente tres meses apagado, ve en la nueva normalidad una oportunidad para empezar a levantar cabeza.

Grandes nudos del transporte de viajeros como el aeropuerto de Zaragoza y la estación intermodal de Delicias también volverán a despegar tras un largo periodo a medio gas o en parálisis. Y el repunte general de consumo puede tener un efecto balsámico para el comercio o la industria.

Pero la nueva normalidad es muy endeble y las expectativas de que se reactive la economía pueden saltar por los aires en cualquier momento si las cosas se complican en el plano sanitario. La situación epidemiológica es clave. Si sigue evolucionando favorablemente, la recuperación se consolidará y acelerará. Pero si reaparece una nueva oleada de contagios, algo que se considera altamente probable que ocurra en otoño, la tarea de enderezar la economía será complicada. A pesar de ello, todo indica que la comunidad y el conjunto del país están mejor preparados sanitariamente para afrontar y acotar un nuevo pico.

Responsabilidad

Es por ello que las autoridades políticas y sanitarias han redoblado en los últimos días los llamamientos a la responsabilidad individual para avanzar en la lucha contra el virus; a no bajar la guardia ante un enemigo que sigue siendo muy desconocido. Por ello, siguen teniendo total vigencia las medidas más básicas y efectivas para evitar los contagios: la higiene constante de manos, el distanciamiento social y el uso de mascarilla si no puede garantizarse una distancia de un metro y medio.

Por tanto, lo que ocurra desde hoy será clave para definir la profundidad y magnitud de la crisis social y económica que ha sobrevenido con esta enfermedad. El guión es difícil de predecir, pero el comportamiento cívico y responsable de la sociedad será determinante. También es seguro es que este será un verano atípico. Los pueblos tendrán más veraneantes que nunca -y eso que no habrá fiestas-, agosto será más hábil que nunca y los hábitos de ocio estivales se verán trastocados. Pero como dice el refrán, el tiempo todo lo cura.