Ya había empezado a escribir este artículo para insistir en la idea de la renovación política como una tarea pendiente también en Aragón. E intentaba poner el foco sobre la gente más joven o menos gastada que está en nuestro provinciano candelero. Por ejemplo, Roberto Bermúdez de Castro, perfecto representante del centro-derecha civilizado, un hombre empático, listo y honesto, que ha formado parte de la Administración Rajoy (secretario de Estado de Administraciones Territoriales) y antes fue consejero en el Gobierno aragonés... Pero justo en ese momento el propio aludido anunció que se vuelve a sus asuntos, que se retira de la escena pública. Y entonces pensé en otra cosa: en cómo la retorcida actividad institucional y las cuitas internas de los partidos frenan la llegada de mucha gente interesante que tal vez tenga vocación pero no tiene ganas de meterse en semejante barro. Otros, como Roberto, se cansan y se van a casa, a estar con su familia, a vivir mejor, a sacudirse el estrés e incluso, a veces, a ganar más dinero. Ser político (honrado) no es ninguna bicoca.

Pero hay más jóvenes bien dispuestos y bien preparados en la política aragonesa. Ahí está Violeta Barba, la actual presidenta de las Cortes y sin duda la figura más visible y mejor valorada de Podemos-Aragón: ha aprendido mucho en estos tres años, tiene las ideas claras, sabe distinguir entre progresismo y tremendismo y su futuro habría de ser de lo más halagüeño si es que la bendita Tierra Noble acaba saliendo de la rutina y renovando sus objetivos.

Y muchas y muchos más, por supuesto. En el PSOE, cuadros con sentido de la innovación como Raúl Oliván están llamados a sustituir unas viejas guardias absolutamente desconectadas de la realidad e incapaces de adaptarse tras decenios de vida en las entrañas del aparato. En Ciudadanos la selección se está haciendo todavía sobre unas plantillas recién llegadas a las instituciones. Saldrá gente.

Es un fenómeno que no solo se da en Zaragoza. En Huesca, capital y provincia, las izquierdas gozan de bastante buena salud y el relevo generacional se va produciendo poco a poco. En Teruel, la provincia más conservadora, el PP tiene en la actual alcaldesa de la ciudad, Emma Buj, un buen referente.

Está claro que si las direcciones de los partidos (integradas mayoritariamente por políticas/os de muy larga trayectoria) abriesen un poco puertas y ventanas, el cambió llegaría más temprano que tarde. Pero en todas las formaciones hay decenas, cientos de profesionales de la cosa pública que se aferran al puesto no solo por aquello de la erótica del poder, sino sobre todo porque a estas alturas no podrían ganarse la vida de otra manera.

Sin embargo, España está cambiando. Hay una Segunda Transición en marcha (hacia donde ha de dirigirse es lo que está por ver), que habrá de dar voz y voto a las generaciones que no participaron en la Primera. Estamos ante una sociedad diferente, ante un porvenir señalado por las transformaciones radicales. También en Aragón, por supuesto. ¡Ah!, y si aquí no hay mucha cantera política... por algo (y no bueno) será.