El pasado martes, alrededor de un centenar de personas creó una barrera humana reforzada por una pala excavadora y cerró así el paso a unos técnicos de la Administración hidráulica que pretendían iniciar el proceso de expropiaciones en el municipio zaragozano de Artieda. El 6 de abril de 1996, ocho personas cortaron los cables de unos blondines utilizados para hormigonar una presa, la de Itoiz, y paralizaron de golpe los trabajos.

Son dos formas diferentes de hacer frente a un embalse. Pero tienen en el fondo un poso común: los opositores se han echado a la calle y se han agarrado a sus pueblos para que no los inunden.

Itoiz, en Navarra, Yesa, Biscarrués y Santaliestra en Aragón o Rialb, en Cataluña son grandes embalses de la cuenca del Ebro cuyo desarrollo y ejecución ha provocado múltiples conflictos en el territorio. Son obras aprobadas por mayorías políticas que han movilizado a unos cientos de afectados convertidos en la minoría de oposición. Quienes las rechazan se dejan oír y ver. Quienes las defienden, normalmente callan. Y el problema estalla en las narices de la Administración.

Durante toda esta semana, vecinos de Artieda y simpatizantes de la lucha contra el embalse --las organizaciones ecologistas se han sumado masivamente a la batalla -- han cortado el paso a los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). De esta forma, y sin acciones violentas (los técnicos tampoco intentaron pasar a la fuerza o hacerlo con ayuda de la Guardia Civil), los afectados han conseguido retrasar la ocupación.

Pero no evitarla. Y es que eso es algo que tienen en común las acciones contra estos embalses: sus detractores acuden a los tribunales, organizan manifestaciones, crean barreras humanas o protagonizan auténticas batallas campales para frenar las obras. Y lo que han conseguido es retrasarlas.

Paradigma

El mejor ejemplo es Itoiz, embalse cuyos trabajos han estado años paralizados. Además de los ataques a la maquinaria que terminaron con el corte de los cables de los blondines (desde los que se lanza el hormigón), el proyecto se llevó a los tribunales. Y la Audiencia Nacional lo paralizó.

Las protestas llegaron a Roma en el 2000: tres escaladores subieron a la cúpula de San Pedro del Vaticano y desplegaron pancartas contra Itoiz. Años después, acaba de comenzar el llenado del embalse. El pasado verano se demolieron las últimas edificaciones en la zona inundable y se reprodujeron graves enfrentamientos entre detractores y fuerzas de seguridad. Como enfrentamientos hubo en Santaliestra cuando la CHE quiso entrar a los terrenos para realizar sondeos con los que determinar los riesgos del suelo. El pueblo no quería que aquello se llevara a cabo y se tumbó literalmente en el suelo para que las máquinas no pasaran. La Guardia Civil se encargó del desalojo. Hubo denuncias de vecinos y de agentes por lesiones.

En este caso, los sondeos se hicieron. Pero el embalse, no. Porque la Audiencia Nacional, a la que también se había recurrido, anuló la aprobación del proyecto y las expropiaciones. Ahora la CHE no tiene el suelo. Y no se ha movido una piedra.

En Yesa sí. Se ha desviado la carretera para permitir el recrecimiento de la presa. Y se actúa en las laderas sobre las que se apoyarán los estribos recrecidos. Ha sido cuando la Administración ha ido a expropiar a Artieda (cuyos suelos necesita) cuando los afectados lo han parado.

Esta obra también está en los tribunales. Como la de Biscarrués, que ha perdido dos años intentando repetir trámites y corregir defectos. Aunque se han registrado muchas movilizaciones contra esta actuación, no ha habido conflictos locales. Pero sí un ataque a las máquinas de sondeos que la CHE calificó de "sabotaje".

A estos proyectos los unen más similitudes: son grandes embalses (excepto Santaliestra, que era muy ambicioso y se ha quedado en una presa para 80 hectómetros cúbicos). Tienen informes de especialistas que garantizan que pondrían en peligro la seguridad de las personas e informes de especialistas que lo niegan. Coinciden, incluso, en el abogado que defiende los recursos impulsados por los detractores de las obras. Y han costado unos cuantos moratones, fisuras y enfrentamientos entre gentes que, en realidad, no quieren enfrentarse. Hoy hay convocada en Artieda una manifestación de protesta. Suma y sigue.