Hay que felicitar a Unió y a su presidente Duran i Lleida por haber abandonado la patera independentista y ya solo convergente consigo misma de Artur Mas, y por haber subido de nuevo a un barco que, aún escorado, es capaz de navegar por los procelosos mares de Europa. Y, lo que es más importante, de llevarnos a todos a bordo.

Se llama, ¿recuerdan?, el Estado Autonómico.

Ése que el señor Mas, ahora menos, más solo que la una, rodeado de escándalos de corrupción y derrotas electorales, ha hecho todo lo posible por hundir saltándose a la torera la Constitución y arrojando por la borda la tradicional lucidez y buen sentido del pueblo catalán. Casi lo consigue, pero en ese casi --que también le faltó en su momento al exlehendakari Ibarretxe--, ha estado el germen de su derrota. Hoy, Mas es un cadáver político, y las próximas elecciones serán su funeral.

Va a dejar este mediocre dirigente, a quien en poco tiempo nadie recordará (¿alguien se acuerda de Ibarretxe?) una Cataluña arruinada, dividida y rota, con el rencor, acaso el odio, sembrado en los surcos abiertos con el arado de la intolerancia nacionalista. Un legado estéril, sin futuro, cerrado al presente, a Europa, con muchas heridas abiertas. Las, por ejemplo, causadas a otras Comunidades Autónomas españolas por un president que no ha dudado en burlarse de los andaluces, de los murcianos, de los extremeños, ni de ofender innecesariamente a los aragoneses reteniendo los Bienes de las parroquias limítrofes en esa cueva de Alí Babá que es el Museo de Lérida.

Resta aún, en la nueva época post--Mas, reconstruir el Estado Autonómico en sus principios constitucionales y estatutarios. Volver a convencer a los españoles, a los aragoneses, a los nuevos votantes, a los alumnos de Secundaria y Bachillerato de que la autonomía, en sí, es un motor positivo, una fuerza política y económica transformadora de primer orden. El elemento clave que ha permitido desarrollar un Estado moderno en su transición modélica de un régimen dictatorial a otro democrático, en ningún caso un peligro para la unidad nacional, en ningún caso una estructura errónea.

En Aragón, los platos rotos de CiU los han pagado injustamente PAR y CHA. Ojalá nuestros aragonesistas vuelvan por sus fueros.