Entre los años 1982 y 1984, época convulsa de la puesta en marcha de la primera central nuclear de Ascó, en agosto de 1983, 312 habitantes de este municipio se dieron de baja en el padrón y se marcharon a otro lugar, encabezados por el combativo alcalde antinuclear Joan Carranza, que con su mujer y nueve hijos se refugió en Santa Coloma de Farners (Gerona). Fue solo el inicio de lo que ha sido un goteo continuo de pérdida de habitantes, no solo en Ascó, sino en parte de la comarca de la Ribera del Ebro.

Mientras que desde Mora del Ebro hacia abajo ha habido un crecimiento de población, aunque mínima, corriente arriba los pequeños pueblos que rodean la central nuclear han bajado de 1981 a 2008 entre un 15% (el propio Ascó) y un 37% (Riba-Roja d´Ebre) en número de habitantes. Ni siquiera en los últimos años han podido detener la sangría, mientras que pueblos parecidos en otras comarcas rurales y alejadas de las ciudades han iniciado una recuperación paulatina. Es como si nadie quisiera vivir ya en esta zona que solo suele ser noticia cuando pasa algo con la central nuclear y su raidación, la química Ercros de Flix y sus vertidos o, ahora, con el cementerio nuclear, denominado con el eufemismo de Almacén Temporal Centralizado (ATC).

"Siempre hemos estado muy desatendidos, ninguna administración ha querido escucharnos. Y lamentablemente esta región solo sale en los periódicos y televisiones con el tema de la nuclear, a la que siempre nos hemos opuesto. Por eso debemos unirnos y aprovechar este debate sobre el ATC para hacernos escuchar", dice Pere Miquel Guiu, el alcalde de La Granadella, un pueblo leridano de Les Garrigues, que está a solo 25 kilómetros de Ascó y que sufre los inconvenientes pero apenas los beneficios económicos de la cercanía de la central. Recibe una compensación anual de 4.000 euros.

En los 12 municipios nucleares de Ribera del Ebro y Tierra Alta la nuclear sí ha traído compensaciones económicas y trabajo para una parte de la población, pero como si también estuviesen asustados, pocas otras industrias han querido instalarse a orillas del río Ebro. Y con la crisis han ido cerrando o reduciendo su tamaño otras, como Ercros, al que ya queda solo un 10% de su plantilla.

TEJIDO DE EMPRESAS "No se ha sido capaz de generar alrededor de la nuclear y la química, los motores de la comarca, un tejido de empresas complementarias. No ha habido diversificación, solo queda ahora una opción, la nuclear", lamenta el alcalde de Flix, Oscar Bosch, que junto a sus homólogos de cinco municipios nucleares más (justo la mitad) se ha pronunciado en contra del ATC. "Pero no por la instalación en sí, sino por cómo se ha llevado el proceso. No ha habido buena información ni comunicación. Ahora la gente se basa en argumentos emocionales en lugar de científicos".