El asesinato a tiros de Raimundo El quinqui Medrano, histórico delincuente de los años 60 compañero de correrías de Eleuterio Sánchez, El Lute, sigue sin ser juzgado después de que este fin de semana se hayan cumplido tres años del crimen. Su asesina confesa, su esposa Carmen V. J., está de hecho en libertad provisional en espera del juicio, según confirmó su abogado, Eduardo Estévez. Pero la vista sigue sin ser señalada, y de hecho ni siquiera hay acusación fiscal formalizada, según aseguraron fuentes jurídicas consultadas.

La tardanza no es exagerada, pero sorprende teniendo en cuenta que, policialmente, el crimen fue resuelto en muy poco tiempo, tras la confesión de la mujer, que alegó que había respondido de esta forma a los malos tratos y vejaciones a los que la sometía el fallecido. El día de Reyes del 2015, terminó con ellos a tiros, causando la muerte del hombre y ocultando su cadáver en una leñera próxima a la casa de Calatayud donde llevaban al menos un año residiendo.

PARIENTE INVESTIGADO / De hecho, este traslado fue uno de los elementos que, inicialmente, dilató un tanto el cierre de la investigación. La Policía Nacional indagó si la mujer había contado con ayuda de algún familiar para trasladar el cuerpo del hombre hasta la leñera, y se llegó a investigar a alguno de estos parientes, que no residían en Calatayud con la pareja. Las fuentes consultadas confirmaron que no llegó a haber ninguna imputación judicial en firme, no quedó muy claro si por falta de pruebas o por algún tipo de excusa absolutoria de parentesco.

Otra de las vías de investigación que se abrió fue el análisis de la pistola, antigua, que Carmen V. J. empleó en el crimen. Se llegó a barajar que hubiera sido utilizada por Medrano en algún golpe de su carrera criminal, pero este análisis tampoco fructificó, según constataron las fuentes consultadas.

Así pues, lo que quedó claro fue que la mujer, tras haber ido directa a denunciar a comisaría la desaparición de su marido, acabó por confesar que lo había matado ella. En los primeros interrogatorios a los vecinos de la zona, estos coincidieron en que el hombre nunca salía de casa sin la mujer, porque estaba prácticamente ciego y tenía problemas de diabetes y tensión, con lo que no podía pasear sin ayuda. Al contrastarlo con la denunciante, esta se derrumbó y admitió los hechos.

Los vecinos, hace tres años, no salían de su asombro al pensar que habían vivido al lado del que fuera en su día enemigo público número 2 del país, que acabó sus días en Calatayud.