Estamos en Caleta Cierva, una pequeña bahía en el continente antártico cubierta de nieves y glaciares. El buque Las Palmas , una vez descargado el material, se ha marchado para continuar con sus tareas logísticas en la Antártida, y los diez componentes de la expedición, militares y científicos civiles, nos hemos quedado solos, muy lejos de cualquier lugar habitado, para montar el campamento y comenzar los estudios científicos que nos han traído a este remoto lugar.

Durante dos días continuamos con los trabajos en la plataforma hasta conseguir nivelarla con piedras. Esta tarea se hace muy complicada, pues la zona está cubierta por entero por la nieve, y no se sabe cómo es el terreno que hay debajo de los dos metros de capa blanca. Durante largas horas la pala es nuestro instrumento de trabajo, o de tortura, pues parece que no acabamos nunca de palear y sacar nieve de un rectángulo de dieciséis por seis metros. Cuando terminamos de poner la plataforma y nivelarla, se empiezan a montar los iglús encima de ella.

Pero no ha acabado aquí nuestro trabajo con la pala, pues tenemos que hacer otro hueco en la nieve paleando hasta que quepa el tercer iglú, que servirá como zona de trabajo y laboratorio. Al final del tercer día de estancia en el continente antártico el campamento empieza a tener un cierto aspecto de organización y orden. Aprovechamos los escasos momentos libres que tenemos esos días para admirarnos con el paisaje que nos rodea. La bahía es azul y blanca. Azul intenso del mar y blanco de la nieve y los hielos. Y la gama de colores entre esos dos recoge una paleta de tonos increíbles...

El oficial de comunicaciones, el comandante Fran Pitalúa, barcelonés afincado en Zaragoza, lucha con las antenas y las ondas para lograr ponernos en comunicación tanto con la base Gabriel de Castilla y el buque Las Palmas , como con nuestras familias. Esa primera llamada a casa es importante para el estado de ánimo de los expedicionarios, tanto como para sus familias. Pone primero en funcionamiento el enlace vía satélite, y poco después se consigue enlazar vía radio con los interlocutores antárticos. La transmisión y recepción de datos tarda más tiempo, pero hoy en día es fundamental en nuestra sociedad unida por los correos electrónicos, clave para la marcha de la investigación científica y el desarrollo del proyecto. Por eso se nota el alivio en el rostro de Fran Pitalúa cuando por fin se empiezan a mandar y recibir correos de forma normal.

Cuando ya conseguimos instalar el campamento, se despliegan los ordenadores portátiles en el iglú que hace las veces de módulo científico. En estos momentos la persona más solicitada es Raúl Páez, un científico gaditano para el que la informática no tiene secretos. El se ha encargado de tener registrado en video y fotografía el proceso de montaje del campamento y nos soluciona las pegas informáticas que van surgiendo. Hay que conectar con cada una de las personas y organismos que avalan el proyecto científico.

Una parte importante del trabajo inicial es transportar y organizar la alimentación y bebida que llevamos. Parece increíble lo que se necesita para trabajar y sobrevivir un mes en una zona como la Antártida. Hay que llevarlo todo a mano. Lo que se nos olvide significará que no lo tendremos. Se han hecho los cálculos con detenimiento, pero no descartamos que a la hora de la verdad nos hayamos quedado cortos en algo y nos hayamos pasado en otra cosa.

Comandante del Ejército. Jefe de la base en el continente antártico.