Un avión de la compañía Blue Air que viajaba de Sevilla a Turín tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia ayer en el aeropuerto de Zaragoza, debido a una alerta por despresurización (pérdida de aire) en cabina que, al parecer, resultó falsa. En cualquier caso, la avería que provocó que saltara la alarma no se solventó, y un centenar de pasajeros tuvieron que realizar una inesperada escala de diez horas en la capital aragonesa hasta que la compañía pudo movilizar un nuevo avión, dado que no opera en Aragón.

El incidente tuvo lugar poco después de que el aparato de Blue Air, una compañía rumana de bajo coste que vuela desde Sevilla al país Europeo y a diversos destinos de Italia, hubiese partido hacia Turín, a las 10.30 horas.

Los pasajeros fueron informados de que había saltado una alarma de despresurización en la cabina. Pese a lo grave que pudiera parecer, no cundió el pánico, según explicaba Francisco uno de los integrantes del pasaje. «Nos han comunicado la alerta y que había que aterrizar, pero como no han saltado las mascarillas de oxígeno ni nada de eso, estábamos tranquilos», contaba el joven, mientras hablaba con otra de las viajeras sobre cómo y a quién reclamar. El teléfono de atención al cliente de la compañía no estaba siendo al parecer muy efectivo, como pudo constatar este diario.

El avión aterrizó en la capital aragonesa cerca de las 11.50 horas y los pasajeros fueron trasladados a la sala de embarque del aeropuerto, en espera de una solución y algo de información. Esta era la mayor queja entre el pasaje, según explicaba Doris Serón. «No nos hemos asustado mucho porque nos han dicho que no pasaba nada y el aterrizaje ha sido normal». Tanto que otro de los pasajeros contaba que se había quedado dormido y al despertarse pensaba que ya habían llegado. «Lo que pasa es que nos han tenido más de dos horas sin explicarnos nada», continuaba Doris. No fue hasta pasadas las 14.30 horas cuando les permitieron salir de la sala de embarque, para darles unos vales de comida para la cafetería.

Esta espera fue una molestia, pero les quedaba mucha más por delante. Según contaba Waldo, que viajaba con su madre para pasar una semana de vacaciones en Italia -«con esto ya hemos perdido un día», lamentaba-, les dieron la comida y la merienda, pero no tomaron el avión hasta las 21.40 horas. «La verdad es que diez horas aquí se hacen interminables, no sabes qué hacer», explicaba, minutos antes de tomar el nuevo vuelo a Turín.

Aunque se barajó trasladar a los pasajeros en autobús hacia otro aeródromo, finalmente la compañía desplazó otro avión a Zaragoza, y los pasajeros pudieron partir. Al cierre de esta edición el vuelo continuaba sin mayores sobresaltos tras la larga e inesperada escala.