Atrás quedó la época en el que el número de cofrades iba reduciéndose. Era la década de los sesenta y, en España, la gente empezaba a irse de vacaciones en sus 600. Desde hace nueve años, en cambio, el número de hermanos aumenta en un 2,5% en Aragón. Si esta tendencia se mantiene se espera que en el 2005 haya 15.000 hermanos.

En esta tendencia ha contribuido el que la mujer se haya incorporado a las cofradías, lo que permite que tanto hombres como mujeres puedan participar en la Semana Santa. Pero esa subida demuestra a su vez que la tradición sigue pasando de padres a hijos y que muchos se adentran en este mundo por una llamada especial. Los únicos requisitos son: estar bautizado y ser católico practicante, una norma que no siempre se cumple.

"Llevo desde que tenía siete años en la cofradía, pero no lo vivo con un sentimiento religioso, lo que me gusta es tocar el tambor y reunirme con los amigos cada año", explica Manuel, de 25 años.

Para Carlos Ara, de 18 años, hermano de la Piedad, tocar el tambor es algo secundario: "Se crea un sentimiento especial, es como el fanatismo, y esperas ansioso a que llegue esta semana". El, a diferencia de lo que marca la corriente, ha sido quien ha empujado a su padre y a su hermano a ingresar en una cofradía. "Ser cofrade forma como persona y cuando recorres las calles de la ciudad se te escapan las lágrimas bajo el capirote. De algo estoy seguro, a mi hijo nada más nacer lo haré cofrade y a mí me enterrarán con el hábito", afirma.

Para Héctor Casas, de 18 años, ésta es su primera experiencia. El opina que la Semana Santa no es para irse de vacaciones, sino "para ir de procesiones". Y este año es cuando ha decidido seguir sus convicciones.

Nacho, de siete años, hermano de la Piedad, también se estrena este año con el tambor. Una primera experiencia en la que recibe el apoyo de su primo, Alejandro, de la misma edad, quien ya va por el segundo año: "La primera vez lo pasé mal, pero me gusta". Ambos están en la hermandad a la que pertenece su padre.

Como Luis, quien ha tardado muy poco en estar acompañado de sus dos hijos, Alberto y Jorge, de cuatro y siete años. "Uno tiene unos sentimientos religiosos que quiere transmitir a sus hijos", informa Luis. Es un caso similar al de Pedro, de 48 años, quien ha intervalos a salido a tocar el tambor por Zaragoza. "Por diversas razones tuve que dejarlo, pero luego tienes mono...Además, durante el año se hacen cosas que la gente desconoce. Si los niños ven esto desde pequeños es fácil que les atraiga".