Su historia nace en Zaragoza, se desarrolla y adquiere experiencia más allá de las fronteras de Aragón y culmina ahora a orillas del Ebro. Al final todo va a quedar en casa. Como siempre soñaron, pero de una forma que jamás pensaron. Los investigadores José Antonio Aínsa y Santiago Ramón-García se conocieron en la Facultad de Ciencias hace más de una década cuando el primero era profesor y el segundo uno de sus alumnos.Esta semana, juntos y tras un periplo profesional y académico que les llevó por caminos diferentes, han saltado a los medios porque van a liderar en Zaragoza una parte fundamental del mayor proyecto europeo contra la tuberculosis. «Es como si se hubieran alineado las cosas. Si hace 5 años me dicen que estaría aquí, no lo hubiera creído», confiesa Ramón-García.

Al joven la bioquímica, la microbiología, la resistencia a los antibióticos y la investigación de esta enfermedad «siempre» le llamaron la atención y decidió hacer su doctorado de la mano de Aínsa. El profesor ya ejercía como titular en la Universidad de Zaragoza desde el 2006, donde antes había conseguido plaza y contrato en el grupo de Micobacterias del campus liderado por Carlos Martín, una eminencia en el estudio de la tuberculosis. «Fue un mentor fantástico», dice Ramón-García. «Y Santi un estudiante excepcional», añade Aínsa.

Sienten una admiración profesional mutua, pero también personalmente han logrado forjar una amistad. «Nunca perdimos el contacto. Siempre tuve la esperanza de que pudiera volver. De hecho, siempre que veía una oportunidad, una convocatoria viable o algo de dinero para poder hacer contrataciones le contactaba», cuenta Aínsa.

LA CRISIS DEL 2008

El profesor, natural de Sabiñánigo, estudió en Zaragoza, pero tuvo que hacer la especialidad de Bioquímica y Biología Molecular en la Autónoma de Madrid porque en la capital aragonesa todavía no estaba implantada. Después marchó a Inglaterra tres años para hacer su doctorado, pero volvió a casa con el Grupo de Genética de Micobacterias de Carlos Martín.

En el caso de Santiago, él no pudo decidir si regresar a Zaragoza o no, ya que el estallido de la crisis del 2008 le pilló fuera, en Canadá. En la universidad British Columbia, en Vancouver, estuvo dos años realizando un postdoctorado en el Departamento de Microbiología. «Cuando terminé, aquí las cosas tenían muy mala pinta y allí muy bien. Me contrataron y ejercí, durante cinco años, una figura que está entre el postdoctorado y el profesor. Aquí en España no existe», cuenta Ramón-García.

Durante ese tiempo mantuvo el contacto con José Antonio Aínsa, pero por su mente cuando estaba en Canadá «no pasaba volver a Zaragoza», confiesa. Finalmente regresó en el 2014, pero lo hizo a Madrid, donde estuvo hasta el 2017 en las filas de GSK, una compañía líder en investigación farmacéutica. «Querían atraer a investigadores extranjeros y me concedieron un proyecto», recuerda.

El regreso definitivo a Zaragoza se produce en el 2017 gracias a la recuperación de las becas de la Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (Araid), del Gobierno de Aragón. «Sin Araid no estaría aquí, aquello supuso mi retorno a casa», dice.

Fue en aquel momento cuando profesor y discípulo se volvieron a ver y la idea de realizar ensayos in vitro para buscar nuevas terapias contra la tuberculosis se presentó como una gran oportunidad. Ambos ya contaban con experiencia, con muchos contactos, y eso les abrió las puertas para ser las caras visibles en Aragón del proyecto europeo.

JUGAR EN 'CHAMPIONS'

«Hemos contado a nuestro alrededor con apoyos inquebrantables que van desde el decanato de Medicina hasta el rectorado o el apoyo económico y científico. Si hubiéramos visto que esta idea iba a tener dificultades, nos la hubiéramos tenido que replantear», asegura Aínsa.

Tanto él como Santiago saben que, en los próximos años, van a tener mucho trabajo. Sin embargo, pese a estar probablemente ante el mayor reto de sus vidas, no quieren renunciar a su parcela personal. «A los investigadores a veces se nos pone el apellido de cerebritos, pero también hacemos la compra o ayudamos a los hijos con los deberes. No aceptaría jamás un proyecto que supusiera un sacrifico personal», dice Aínsa. «Ahora jugamos en Champions y eso motiva, pero hay que cumplir etapas y ver todo con perspectiva», añade Ramón-García.

Unidos ahora por un mismo destino, estos aragoneses deben bajar el balón al césped y jugar para llegar a la final. Depende de ellos. Talento les sobra.