Abel Las Peñas Calvo, de 28 años, ha pasado su primera noche en prisión, después de que así lo decretara la titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Tudela tras tomarle declaración por atropello, ocurrido el pasado Domingo de Resurrección en la localidad navarra, que le costó la vida al veinteañero zaragozano Carlos Pellejero Remacha y en el que también resultaron heridas dos jóvenes, entre ellas la novia de la víctima mortal. Durante su declaración admitió que había consumido cocaína y cannabis y entró en contradicciones al afirmar que «no se apercibió de que hubiera atropellado a nadie, pero que se sintió asustado y se fue del lugar del accidente».

Lo destaca en su auto la magistrada Belén Paniagua, quien le imputa la comisión de cuatro delitos: homicidio por imprudencia grave, omisión del deber de socorro y dos lesiones leves. La instructora justifica esta medida provisional, atendiendo a que la pena máxima por los delitos que se le encausa suma nueve años y medio de cárcel, y por el riesgo de fuga. La fiscalía y la abogada de la familia de la víctima, Carmen Cifuentes, así lo habían solicitado previamente, mientras que el letrado defensor, Javier Osés, instó su puesta en libertad.

ATESTADO POLICIAL / La jueza resalta el atestado realizado por la Policía Foral en el que se pone de manifiesto que el investigado circulaba por el lugar de la tragedia, el camino procedente de la zona de Las Norias de Tudela, «a una velocidad excesiva para las condiciones de la vía, tal y como señalaronn los testigos que declararon ante los agentes, presentes en el momento de los hechos». Algo que fue corroborado por los ocupantes de dicho vehículo, los cuales afirmaron en su declaración que iban «asustados de la forma en que conducía», asevera la magistrada, quien quiere reseñar que «consta que una de esas jóvenes, en el momento de ser atropellada, había quedado en el capó de dicho vehículo y aquel, para ‘quitarse el cuerpo’, dio un volantazo, cayendo aquella al suelo».

La instructora añade que, una vez ocurrido el accidente, Abel Las Peñas Calvo, siguió su camino sin parar. «Cuando uno de los ocupantes le dijo que parara, lo hizo, y se bajaron del mismo los dos ocupantes, al tiempo que el investigado les dijo que no dijeran nada», apunta.

Otra circunstancia que resalta es que el joven vecino de Milagro (Tudela) «siguió conduciendo hasta parar en un campo donde quitó cristales de la luna delantera, la cual había quedado desquebrajada del siniestro, y una vez realizada dicha actuación, siguió su ruta, previsiblemente, hasta su casa». «Llegó al domicilio familiar, metió el coche en el garaje, así como intentó limpiar los restos de sangre del mismo», recalca. Antes de quedarse dormido, el sospechoso se lo contó a su madre.

Los testigos presenciales de los hechos aseguraron que, en el momento del siniestro, Abel Las Peñas Calvo realizaba una conducción «temeraria, a gran velocidad, sin tener en cuenta las circunstancias de la vía ni los grupos de gente que se encontraban en la misma habiendo huido del lugar». Por su parte, el imputado señaló que había más vehículos y gente en el lugar de los hechos, ya que había finalizado la jornada festiva del Día del Ángel en el que participaron decenas de cuadrillas.