Las sesiones plenarias en el Ayuntamiento de Zaragoza son largas. Empiezan a primera hora del día, a las 9.00 horas, y nunca se sabe cuándo pueden finalizar. Hay una concejala popular que suele acertar con la exactitud de un reloj suizo sobre la hora a la que finalizará la jornada calculando el número de mociones y puntos del orden del día, pero en su precisión no caben imprevistos, que suelen ocurrir.

Demasiadas horas para tener a los miembros de la corporación, asesores y demás personal municipal sin comer. El consistorio ha sacado a licitación las cláusulas técnicas para el servicio de catering de los plenos de este nuevo año, por 27.720 euros. El precio incluye desayuno y comida y en cada turno se demanda un tipo de alimento, desde los dulces del café matutino hasta el salado del mediodía.

Según los pliegos, todos los bocadillos «deben ir envueltos y separados por tipo, indicándose el contenido en las bolsas». Los productos serán «de primera calidad» y en caso de que se reciban reiteradas quejas, el ayuntamiento podría exigir que se sustituyese por otro. Y se piensa en todos, de manera que habrá un 30% de alimentos aptos para el consumo de personas vegetarianas y un 5% para aquellos que sean intolerantes al gluten.

El listado de bocatas parece la carta de un bar. Tendrán que tener buen tamaño que oscilará entre los 13 y los 15 centímetros y los señores concejales podrán elegir entre el de longaniza, el de lomo de cerdo, el de pechuga de pollo, el de calamares rebozados, el tradicional bacon y queso, o el de salmón ahumado con salsa tártara, espinacas, aguacate, champiñones, calabacín, berenjena

Hasta aquí los bocadillos porque aunque los concejales estén en un constante rifirrafe durante los debates, a la hora del picoteo les gusta compartir. Así que el menú incluye una tortilla de patata «casera» de «8 huevos», un variado plato con distintos tipos de quesos, otros de curados, con jamón incluido, además de unas bandejas con croquetas de distintos gustos. Todo un manjar para sobrevivir a los plenos.