Azcón cumple un año al frente de la capital aragonesa. Un año en el que el popular, un veterano en la corporación zaragozana, ha sostenido su Gobierno gracias a los 14 concejales de los grupos del PP y Ciudadanos que lo componen pero también a los dos votos del grupo ultraderechista de Vox (la mayoría son 16 concejales). Y es en esta cuestión en la que más varían los discursos de los dos partidos de la corporación. El PP pocas veces ha renegado del apoyo del grupo cuya portavocía ejerce Julio Calvo. Pero Ciudadanos siempre esgrime que aceptarán los apoyos vengan desde donde vengan con tal de sacar sus proyectos adelante.

Vox siempre se ha dicho en la oposición, pero siempre ha estado cuando el PP y Cs lo han necesitado. Se dejó notar cuando se aprobaron las ordenanzas municipales y también cuando se aprobaron los presupuestos para el presente año en enero. Unos presupuestos que, por cierto, de poco van a servir, ya que el coronavirus ha impedido al Gobierno de PP y Cs exhibir sus políticas a través de unas cuentas propias.

El debate de los presupuestos marcó precisamente un precedente significativo que puede que se repita en un futuro. Vox no introdujo grandes cambios en cuanto a los números en las cuentas. Pero sí que pidió que se introdujeran términos semánticos inseparables de la ideología que profesa. Las partidas destinadas a combatir la violencia intrafamiliar y la eliminación de las que sustentaban la Oficina de Transversalidad de Género son solo dos ejemplos que dan cuenta de ello.

En las últimas semanas, eso sí, Vox se desentendió del dictamen de la Comisión para el futuro de la ciudad. Una decisión que no pareció preocupar al alcalde, que criticó la postura del partido de la ultraderecha sin darle mayor importancia. Podemos le pidió entonces que dimitiera, por haberse quedado si el apoyo de sus «socios», pero Azcón no se dio mal. La postura de Vox se debía al pacto a nivel nacional del PSOE con Bildu. Nada que ver con Zaragoza. Nada que temer para el Gobierno de PP y Cs.

Esta segunda mitad del primer año de mandato también ha reconvertido las prioridades del equipo que encabeza Jorge Azcón. Llegó la pandemia, llegó el coronavirus, y con él se fueron gran parte de las posibilidades de que el alcalde viera cumplirse su principal deseo: reformar el estadio de la Romareda. Renovar el campo de fútbol era la prioridad absoluta de Azcón para sus (primeros) cuatro años de mandato, pero hasta el momento las grandes obras, «los proyectos de ciudad», y los cortes de cintas rojas tendrán que esperar. La pandemia se los llevó. La Romareda, eso sí, tiene sucesor: el nuevo hospital privado que el consistorio quiere que se construya en la ciudad. La operación de venta de los suelos nace de momento sin consenso, aunque Vox volvió a aportar sus dos concejales para que la mayoría del pleno aprobara el plan.

‘BOOK’ DE FOTOS

En tiempos de pandemia el Gobierno municipal se quedó al amparo de lo que decidieran otras administraciones. Las entidades locales eran las últimas en la cadena de mando en adaptar sus decisiones al criterio del Gobierno central, lo que no ha impedido que Azcón haya sabido cómo manejarse. Si durante sus primeros meses de Gobierno nunca dudó en posar frente a los flashes de la prensa, en la crisis del covid-19 su interés no ha remitido. Se le ha visto entregando regalos a los sanitarios a la puerta de los hospitales, estrenando las cámaras termosensibles del ayuntamiento, echándose hidrogel de los dispensadores de los autobuses...

Y si bien lo cierto es que todas estas imágenes han sido bastante criticadas por la oposición, no lo han sido las acciones y decisiones que ha tomado el alcalde en muchas materias, en las que Zaragoza ha sido pionera en toda España. La ciudad no ha estado parada y el Gobierno municipal ha sabido contentar a la ciudadanía con caramelos como el asfaltado de calles y el embellecimiento de la ciudad.

Quedan tres años todavía hasta que acabe la legislatura y por el momento el Gobierno de PP y Cs no ha dado signos visibles de debilidad. Las relaciones con el Gobierno de Aragón son ahora mejores que antes (se verá que ocurre en la próxima bilateral, después de que Javier Lambán renegara del proyecto del hospital privado) y en España, Azcón está bien posicionado como portavoz del PP en la Federación Española de Municipios y Provincias.

A falta de saber qué pasa con el dictamen que salió de la Comisión para el futuro de Zaragoza, a PP y Cs todavía le quedan puntos de su acuerdo de investidura por cumplir. Volverán a votar con Vox, aunque pronto deberán de comerse otro sapo: el de la presumible negativa de la ultraderecha a la aprobación de una declaración institucional por el mes del orgullo LGTBI.

SIN ELOGIOS POR LA IZQUIERDA

«El Gobierno de PP y Cs es rehén de Vox. Todos los proyectos que han sacado adelante han sido con los dos votos de la ultraderecha». Así resume la portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Zaragoza, Lola Ranera, el año que lleva en el Gobierno de la ciudad Jorge Azcón. La socialista lleva apenas tres meses al frente de su grupo municipal, tras sustituir a Pilar Alegría, que fue nombrada delegada del Gobierno en Aragón.

El PSOE es el partido con más concejales de la corporación, un hecho que Ranera no pasa por alto para recordarle a Azcón que gobernase la lista más votada. «Nosotros creemos que si dos o más partidos llegan a coaliciones pueden gobernar», dice. Eso sí, no se le olvida a la socialista que la suma de PSOE más Cs daba (y da) 16 concejales. Justo la mayoría del pleno.

ZeC, por su parte, siempre se ha mostrado muy crítico con las decisiones de Azcón (como era de esperar). En opinión del exprimer edil, Pedro Santisteve, el principal pecado del conservador es que se está «alejando de las necesidades de la gente».

Podemos, en la misma línea, le achaca al alcalde «no buscar acuerdos, su obsesión por las fotos» y su fragilidad fruto de la dependencia de los votos de Vox.