Los Baños Judíos del Coso zaragozano ya no tiene obstáculos para que su apertura al público pueda hacerse «a principios del 2019». Ahora su propietario, el Ayuntamiento de Zaragoza, tras pagar el justiprecio de 70.108,79 euros por su expropiación, ya ha tomado posesión de esta joya del patrimonio histórico de la ciudad sobre la que ahora tendrá que ejecutar las obras necesarias para convertirlo en espacio museístico y un centro de interpretación en un local que da a la calle Coso y que está contiguo al portal de la comunidad de vecinos del número 126-132. En el sótano, y a dos metros de su ubicación original, quedó oculto en los años 60 este icono sefardí que ahora renacerá a un coste aún por determinar.

El alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, acudía ayer a sus instalaciones para hacer una toma de posesión oficial, rodeado de sus responsables de Cultura y Urbanismo, Fernando Rivarés y Pablo Muñoz, respectivamente; Domingo Buesa, presidente de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, y su investigador Juan Carlos Lozano; y concejales del PSOE, Ciudadanos (Cs) y CHA. Para defender el «proyecto de consenso» y «de ciudad» que sale adelante bajo su mandato. Aunque llegue heredado de más de 15 años de «mucho esfuerzo» desde el consistorio y de trabajo en su restauración para que su estado actual sea «aceptable».

Ahora queda toda la tramitación para ejecutar las obras necesarias para que el acceso del público se haga desde el local en planta calle y no por el patio de vecinos. Se está ultimando el proyecto constructivo, indicó Muñoz, y los trabajos tratarán de recuperar esa planta baja y transformarlo en centro de interpretación así como de construir un cajón que permita instalar un ascensor que baje hasta el sótano donde se encuentra este habitáculo. Hacerlo 100% accesible. Y «concertar ya este año las primeras visitas guiadas».

Lozano explicó que a esta joya del patrimonio histórico artístico de Zaragoza se le denominaba Baños del Rey porque eran propiedad del monarca, que los tenía arrendados y que constan documentos que acreditan su existencia ya en el siglo XIII, ubicados en la Judería Abierta, frente al castillo que existía en los suelos del actual Seminario de San Carlos.

A CONSERVAR

Su conservación hay que agradecérsela, explicaron, al arquitecto que «en los años 60» diseñó el bloque de pisos bajo el que hoy se encuentra. Se accedió a trasladar, a dos metros bajo su ubicación original, dos de las cuatro estancias que tenía. Fue al sótano del inmueble y se restauró. Medio siglo después ahí sigue esa sala rectangular que, a modo de claustro, conserva la techumbre abovedada o el espacio central delimitado por columnas de alabastro y capiteles troncocónicos, así como las tres aperturas circulares por las que entraba la luz solar. «Este paso supone recuperar un espacio notable de la historia de la ciudad, con el que ganamos todos los zaragozanos», destacó Buesa.