Que Aragón es terreno propicio a los negocios de expectativa ya se sabe. Siempre es lo mismo: camelarse a las administraciones públicas para obtener una base de partida (permisos, adjudicaciones, convenios, leyes a la medida...), luego colocar el paquete a posibles inversores, hacer caja... y ahí queda eso. Claro que tan peculiar operación precisa dos componentes esenciales: unos políticos y una ciudadanía indígenas crédulos y/o venales, y unos agentes externos dispuestos a correr riesgos en enombre de la pura y simple codicia. Es más fácil encontrar a los primeros que a los segundos. Como pasó con Gran Scala. Aunque aquello, la verdad, nunca dejó de ser una ridícula quimera. Pero hay otras propuestas más verosímiles, que pueden quedarse en nada... o no. Es el caso del proyecto minero que defiende la sociedad Geoalcali. Se trata de extraer, mediante explotaciones en galería, potasas ubicadas en yacimientos a caballo de Navarra y Aragón, desde la Sierra del Perdón a Bailo.

El tema no es nuevo, porque su primera posible actuación, denominada Mina Muga, viene dando vueltas por las instituciones desde 2015. Salió a exposición pública en el verano de dicho año. Ha sido objeto de múltiples alegaciones (aunque también tiene sus partidarios, claro) y los inconvenientes detectados son de tal envergadura que la evaluación de impacto ambiental está parada. A finales de 2016 el Ministerio de Medio Ambiente exigió a los promotores un nuevo texto «refundido» del proyecto, porque el original ha sido tan rectificado que resulta irreconocible. Se teme que esta vez no haya exposición pública. Y entonces... quién sabe.

Lo increíble, lo que te deja atónito, es que Mina Muga habría de extender sus galerías a gran profundidad, horadando el subsuelo mediante voladuras, ¡y todo ello por debajo de las localidades de Javier (Navarra) y Urdués de Lerda (Aragón), junto al pantano de Yesa, en medio de freáticos e incidiendo sobre la falla de Loiti, que ya provocó la crisis sísmica en la Canal de Berdún durante los años 20! Acojona

Todo esto resulta inaudito. Pero está ahí. Y gran parte de nuestra opinión pública ni repara en ello. Mientras Geoalcali intenta ganarse a los pueblos de la zona y lleva a cabo un «plan de participación pública» convenientemente trucado, gente de allí, organizaciones ecologistas y sociales, técnicos independientes e incluso las propias administraciones acumulan argumentos contra este demencial invento.

Claro que aquí los padres del proyecto ya han hecho caja. Vendieron la sociedad promotora a la filial de una corporación australiana que cotiza en Bolsa. Desde entonces, el valor de las acciones de dicha corporación, Highfield Resources Limited, oscila al ritmo de las noticias referidas a Mina Muga. Si parece que el tema prospera, sube; si no, baja. Cada intento de abrir una bocamina «de prueba», de tender líneas eléctricas o de darle la vuelta a la declaración de impacto se refleja en la gráfica de la cotización. La expectativa que les digo.

Prometen crear puestos de trabajo, generar riqueza, producir desarrollo. Desde luego, alguien ya se ha forrado.