Apenas miden dos milímetros y no llegan a pesar ni los tres gramos. Se trata de diez crías de galápago europeo que han nacido en el acuario de Zaragoza después de 80 días en la incubadora.

Son unas pequeñas tortugas que, en el caso de que hubieran eclosionado en su hábitat natural, en la zona de los galachos de Juslibol, no hubieran sobrevivido por los ataques de especies invasoras como el galápgado de Florida (la típica tortuga que se emplea como macosta).

Es por eso que el Ayuntamiento de Zaragoza y el acuario de la ciudad se han unido en un proyecto común para «favorecer que el galápago pueda criar con tranquilidad y con las condiciones necesarias», explicó Teresa Artigas, concejala de Medioambiente, que ayer visitó las instalaciones para ver los primeros resultados del Proyecto de Conservación para el Galápago Europeo. Esta iniciativa surgió en junio del año pasado como complemento del programa Life, que tiene como objetivo preservar las especies autóctonas y promocionar la infraestructura verde.

«Este tipo de tortuga tiene una serie de potencialidades muy beneficiosas para la flora y la fauna local, y también para las aguas dulces de la zona» informó la concejala. Por lo tanto, como explicó David Morte, director del acuario de Zaragoza, «se cogen los huevos en Juslibol, se traen al acuario para alcanzar el 100% de nacimientos y, una vez que están estabilizados, los trasladaremos de nuevo a Juslibol». Esto ocurrirá dentro de ocho meses, cuando las crías ya hayan crecido lo suficiente, hasta los ocho centímetros, y así, la primera hibernación que hagan en libertad dispondrán el tamaño suficiente como para no ser agredidas.

«El grupo de depredadores que atacan cuando son pequeñitas nos lo vamos a saltar y el índice de supervivencia será mucho mayor que si naciesen en libertad», anunció Carlos Vicente, conservador del acuario.

PROCESO

En el depósito no solo están las crías, sino también sus padres. «Cuando nos aseguramos de que las hembras están gestantes y son portadoras de huevos, las traemos al acuario», explicó Vicente. Hasta abril, este vivero será el hogar de las pequeñas tortugas. Cuando pasen a su hábitat natural, estarán un año en una zona aclimatada y controlada de los galachos que ha determinado el consistorio, y después «no podemos revelar dónde para mantenerlas a salvo», bromeó Vicente.

Artigas aseguró sentirse «muy satisfecha» con el resultado de este proyecto y felicitó al equipo técnico del acuario por su gran labor.