Durante los dos meses de confinamiento que los ciudadanos han experimentado de la noche a la mañana, han sido muchos los bienes más preciados para la sociedad. En un primer momento fue el papel higiénico, pasando por la levadura y hasta llegar a las terrazas. Ese espacio de la casa en el que muchos casi ni habían reparado que estaba ahí. Unos metros cuadrados que albergaban alguna flor seca y que no llamaba especialmente la atención de los huéspedes, que pasaban horas y horas fuera de casa sin tiempo apenas para poder darle el uso que se merecía.

Ahora, esas terrazas que tantas vidas han salvado durante el confinamiento, cuentan con un gran valor añadido. En ellas se ha tomado el vermut de los domingos, se ha aplaudido a la sanidad pública, se han hecho cenas románticas cuando había mucho que celebrar, han permitido adelantar la operación bikini, e incluso han servido de despacho particular esos días donde la primavera ya empezaba a notarse.

Miedo a un rebrote

Ahora que tanto cariño se ha cogido a este espacio de la casa, solo hay algo que preocupa más que una segunda ola del covid-19: que este rebrote llegue y pille con la terraza sin cerrar. Esto es en lo que insisten todas aquellas personas que durante estas semanas están pidiendo presupuestos para acristalarse la terraza. Desde Lumon Cristales, Adrián Milián cuenta que desde que terminó el confinamiento la pregunta más habitual es «¿esto estará listo para octubre o noviembre por si viene otra vez el covid-19?».

Actualmente, esta empresa ha aumentado «en torno a un 30% las solicitudes de presupuesto» en comparación con los mismos meses del año pasado. Así lo cuenta Pablo González, que asegura que al principio «nos asustamos un poco porque a todo el mundo le pilló fuera de juego y hubo días de incertidumbre» pero consiguieron adaptarse bien a los cambios para poder seguir ofreciendo un servicio que, a medida que pasaban los días, era más y más demandado.

Ahora la empresa está dando plazos de montaje para la primera quincena de octubre «debido a que tenemos carga de trabajo retrasada de ese mes que estuvimos parados y se nos han juntado con los nuevos pedidos actuales donde ya acumulamos en torno a unas 600 terrazas pendientes por montar», cuenta Milián.

En total, solo en la ciudad de Zaragoza Lumon Cristales tiene instaladas 18.000 terrazas cerradas de este tipo y actualmente están haciendo en torno a unas 150 al mes. «Cuando nos instalamos en Zaragoza hace 20 años nos costó vender seis meses la primera terraza pero a partir de ahí, no hemos dejado de crecer porque es una ciudad que tiene el clima perfecto para llevar a cabo esta instalación».

Normalmente trabajan con particulares pero «estos días también hemos experimentado gran cantidad de promotores que se han interesado para poder poner acristalada la terraza ya de obra directamente», cuenta Milián, que es consciente de que se han convertido en un bien muy preciado después del confinamiento vivido.

Proceso de instalación

Desde el 11 de mayo, los trabajadores de esta empresa ya pudieron comenzar a realizar las instalaciones en los domicilios. «Los montadores tienen que ir a trabajar con las calzas, las mascarillas, los guantes, las pantallas y el desinfectante, por lo que para nosotros también ha sido un trastorno porque se intenta que una vez que entran a la terraza, ya no salen hasta que se termina para intentar infectar lo menos posible el domicilio», explica Milián, que asegura que él se ha encontrado con que «la gente está muy concienciada». «Yo voy de casa en casa y voy equipado, pero en la mayoría de casos la gente me recibe con la mascarilla, el gel, cartones con la zona delimitada para ir por casa, lejía a la entrada e incluso me han llegado a desinfectar la suela de los zapatos. Están concienciados y el miedo sigue, pero les interesa que les acristalemos la terraza», cuenta.

El acristalar una terraza media de unos seis metros de largo en Zaragoza cuesta en torno a los 3.500 euros y, a pesar de que se avecina un duro golpe en la economía española, González asegura que de esta crisis han «salido reforzados» y que «no hay miedo a lo que pueda venir» porque no paran de recibir solicitudes.

Tanto Milián como González aseguran que lo que mejor les está funcionando «es el boca a boca» entre vecinos y el ver cómo queda finalmente. «Lo que nos pasa mucho también es que cuando haces muchas en un mismo bloque, luego continuamos con el de enfrente porque ven como ellos pasan todo el día en la terraza y que disfrutan todo el año de esa zona».

Es sencillo de comprobar como cada vez más son los bloques que lucen este tipo de terrazas y, a pesar de que ellos estarán impacientes por estrenarlas con el mal tiempo, el resto de vecinos esperan no tener que verlas en un segundo confinamiento.