Cuenta a este diario Eloy Fernández Clemente, donde es colaborador, que todos los lunes se juntan un grupo considerable de amigos y compañeros para jugar al guiñote. Entre ellos Gonzalo Borrás. «Nos jugamos alguna cena, pero sobre todo pasamos un buen rato», dice el catedrático de Historia la Economía de la Universidad de Zaragoza. «Tristemente», añade, en esas partidas de cartas ya no estará Borrás, que falleció ayer a los 78 años en Zaragoza, víctima de un cáncer de pulmón.

La muerte del catedrático emérito del campus aragonés, considerado uno de los historiadores del arte más reconocidos del país y que destacó, especialmente, por su amplio conocimiento sobre el mudéjar deja un «vacío enorme» para la cultura aragonesa, según Eliseo Serrano, decano de la Facultad de Filosofía y, al mismo tiempo, alumno y compañero de Gonzalo Borrás.

Nacido en la localidad bajoaragonesa de Valdealgorfa (Teruel), en 1940, Borrás se licenció en Geografía e Historia en Zaragoza, pronto se orientó hacia la Historia del Arte y en 1971 leyó su tesis doctoral titulada Mudéjar en los valles del Jalón-Jiloca. «Su figura recoge el sentido de la palabra maestro con todas las letras. Enseñaba muy bien a los estudiantes, les hacía comprender y sentía pasión por lo que hacía. Era un hombre sabio y un investigador increíble. A mi curso, al que pertenecía por cierto su mujer Marisol, nos deslumbró. Esa palabra le define muy bien, fue deslumbrante», recuerda Serrano.

Gonzalo Borrás viajó en 1976 a la Universidad Autónoma de Barcelona como profesor agregado, pero regresó a Zaragoza en 1981 en sustitución de Federico Torralba al frente de la cátedra de Historia del Arte, donde se mantuvo hasta 2009 cuando, por jubilación voluntaria, pasó a ser profesor emérito. «Fue un investigador tremendo. Creo que toda la vinculación de Aragón con el mudéjar, patrimonio de la humanidad, no hubiera sido posible sin sus investigaciones. Hizo un trabajo incansable», asegura el decano de Filosofía.

Borras siempre fue «cercano» al alumno. De hecho, destacan de él su apoyo y labor en el Departamento de Historia del Arte con muchos jóvenes. «Les ayudó y consiguió que algunos fueran de los mejores de España», añade Eliseo Serrano.

Cuando se jubiló se le rindió un emotivo homenaje y profesores de su departamento publicaron un libro «lleno de recuerdos», elaborado con mucho cariño. «Creo que se jubiló absolutamente satisfecho con su trabajo. Como persona era un hombre humilde y sencillo, hijo y nieto de Guardia Civil, del mundo rural. Muy agradecido y respetuoso con todo el mundo», cuenta Fernández Clemente. «Y como historiador tenía una precisión lingüística perfecta; manejaba los términos y el vocabulario de arte de una forma increíble. Siempre le preocupaba que se le entendiera y hacía sencillos los pasos para el aprendizaje», recuerda.

LA MALA NOTICIA EN AGOSTO

Borrás, que en los últimos años también llevó «con pasión» sus conocimientos en la Universidad de la Experiencia, fue director del Instituto de Estudios Turolenses desde 1985 hasta 1995. Un poco más tarde, entre 2002 y 2005, desempeñó el mismo cargo al frente esta vez de la Institución Fernando el Católico de Zaragoza.

«Hemos pasado toda una vida juntos, más de 60 años, porque nos conocimos cuando él era seminarista e iba a casa de sus tíos en Andorra. Vivían al lado de los míos. Siempre fue un líder para organizar reuniones entre los compañeros de la carrera y donde estaba él, estábamos todos. Se metía en 80 batallas aunque no ganara nada», apostilla Eloy Fernández, una de las primeras personas en saber de su enfermedad. «Llevábamos unos años veraneando juntos en el pueblo de mi mujer, en Galicia. No se encontraba bien y acudió a urgencias. Era agosto cuando se lo comunicaron y me lo dijo».

Su figura será destacada «por muchas cosas», entre ellas por su actividad política en PSOE, Partido Comunista o CHA, pero también por formar parte del grupo de intelectuales que configuró la primera publicación de Andalán en 1972, con el propio Eloy Fernández o José Antonio Labordeta. «Aunque también tuvo proyectos que fracasaron, como los estudios orientales o el proyecto Goya, todo lo que hizo lo hizo con pasión. Era un hombre fraterno, llano, y que deja un legado enorme», puntualiza Fernández Clemente.