Los bosques centenarios de alta montaña del Pirineo aún conservan rastros de erupciones volcánicas lejanas, como la del volcán Timanfaya (Lanzarote) en 1730 o la del Tambora (Indonesia) en 1815, según un estudio que analizó la composición química de los anillos anuales de crecimiento de los árboles y que, a causa de las emisiones de hierro de las erupciones, se modificó. El trabajo observó los bosques de pino negro de los parques de Ordesa y de Aigüestortes.