El apadrinado por diferentes instituciones, el Proyecto Life Ebro Resilience se propone mitigar los daños ocasionados por las riadas en el tramo medio del Ebro de acuerdo con los PGRI (Planes de Gestión de Riesgo de Inundaciones) y las directivas europeas de que éstos dimanan.

A mediados de junio, en representación de los colectivos conservacionistas, tuvimos la oportunidad de asistir en Alagón a la primera sesión convocada en el marco del proyecto Ebro Resilience en la comunidad autónoma. Acudíamos al encuentro con una serie de diagnósticos y planteamientos fruto de la experiencia acumulada. En primer lugar, señalamos que a mitad del siglo pasado se ocupó una buena parte del dominio publico hidráulico mediante la tala de sotos y la construcción de motas en lo que entonces fueron o son hoy grandes fincas agrícolas. Tales actuaciones restaron espacio al paso de las avenidas y pesan como una gran losa en su gestión.

Un segundo hecho lo constituye la deficiente ordenación del territorio en las últimas décadas, con la construcción de puentes y carreteras que no tuvieron en cuenta, en su día, la suficiente permeabilidad para el paso del agua. En otros casos, el problema ha sido la edificación de urbanizaciones y otras construcciones ilegales (como ocurre en Monzalbarba, Alfocea y zonas próximas a Pastriz), cuando no la ubicación de decenas de granjas en lugares de exposición a las inundaciones. A ello hay que añadir que hasta hace pocos meses la mayoría de las poblaciones ribereñas no había abordado los preceptivos Planes de Evacuación.

Otro tercer hecho se refiere a la más que perfectible coordinación de las diferentes administraciones en las graves inundaciones de este siglo, acaecidas en 2003, 2007, 2013 y 2015, coordinación que se ha mostrado lenta y deficitaria, cuando no inexistente. Las quejas de las poblaciones ribereñas están cargadas de razón. En el episodio más reciente, ya en 2018, se ha avanzado de forma significativa, aunque aún es posible mejorar respecto a los tiempos de reparación de daños.

Pero ¿hay ya la suficiente coincidencia en el análisis de los hechos y en las diferentes disposiciones prácticas a adoptar? Desde nuestro punto de vista, recientemente se han producido notables acercamientos en las posturas de los diferentes actores implicados y sólo con ciertos sectores podrían darse aún determinados desencuentros que esperamos fervientemente que el trabajo en el Proyecto Life contribuya a resolver.

Así, algunos sectores con representación política en las corporaciones locales defienden un dragado integral del río. Aducen que el fondo del río está sobreelevado 1,5 metros respecto a épocas pasadas y que con los mismos caudales se anega una superficie mayor de tierras. Si ello fuera cierto, eliminar 256 kilómetros de gravas en el sentido longitudinal, con 100 metros de anchura y una profundidad de 1,5 metros, supondría, solo en Aragón, acarrear 96 millones de toneladas, con un coste asociado de cientos o miles de millones de euros. Sería pasar de un río a un canal, y los costes en la autodepuración de resultarían incalculables.

Pero es que, además, tal sobreelevación no se atiene a los hechos. Mientras que en unas zonas el río sedimenta, en otras encontramos incisiones de hasta 2 metros de profundidad. Así, junto al Pabellón Puente en Zaragoza, en tanto que en la margen izquierda se produce la sedimentación, en la orilla opuesta el socavamiento que se ha ido generando alcanza ya una dimensión enorme.

María Luisa Moreno, jefa de hidrología de la CHE, ha expuesto en diferentes foros y ocasiones que las mediciones efectuadas el siglo pasado adolecían de un gran intervalo de error. Así, la famosa inundación de 1961, que en su tiempo fue estimada en los 4.130 m³ por segundo, se valora que, de haberse medido con las técnicas actuales, que utilizan el efecto Doppler, habría arrojado caudales más próximos a los 3.500 m³. Y aun con estos instrumentos -según señala la responsable del organismo de cuenca-, el margen de error se sitúa entre el 10 y el 20 %. Desde las organizaciones ambientales, no nos negamos ni lo hemos hecho nunca a que, excepcionalmente, se considere necesario un dragado puntual para proteger el casco urbano de una localidad, es decir, a su población: es esta la posición que hemos defendido siempre, aun a sabiendas de que a los pocos meses deba repetirse la operación.

Otro elemento de controversia es el referido a la vegetación en el cauce y los sotos en las orillas, eliminando o disminuyendo los muy escasos bosques que nos quedan. Aporto aquí un ejemplo que conozco. Los 38 kilómetros de ribera que hay en el término municipal de Zaragoza -76 de orillas por lo tanto- gozan de 22 sotos fluviales, que ocupa en total una extensión de 600 hectáreas, de las cuales 200 corresponden al galacho de Juslibol y a Cantalobos, ejemplos logrados de los mayores sotos del Ebro. ¿Realmente esas pequeñas manchas de vegetación son el problema para desaguar unas riadas que han ocupado 3,5 kilómetros de anchura desde Novillas a Quinto? Si están en zona de flujo preferente, cabría aducir que impiden el paso de la corriente, pero por otra parte no es menos cierto que absorben gran cantidad de su energía cinética disminuyendo el poder destructor de la avenida. A ello hay que sumar su función saneadora y ecológica.

¿QUÉ SE ENTIENDE cuando el propio consejero de Desarrollo Rural y Sostenibilidad declara que hay que realizar una limpieza de vegetación en el río? Advertimos que la madera muerta y el sotobosque que se quita se habrá recuperado en menos de dos años, a no ser que se efectúe un mantenimiento continuo o dispongamos de ganadería extensiva para hacerlo. Aún así, nos parecen medidas de maquillaje frente a las más efectivas de retranqueo, aseguramiento de motas, cauces de alivio y compuertas para inundaciones controladas.

Una última alternativa cuestionable es la construcción de más embalses para laminar avenidas. Claro que los embalses laminan avenidas en el llano, pero a costa de unos impactos sociales y ambientales muy elevados en las zonas donde se construyen. Se han erigido ya históricamente en número más que suficiente, e incluso el recrecimiento de Yesa, para nosotros, sobra. Pero no, los grandes sindicatos de regantes, y con ellos coincide el consejero Joaquín Olona, plantean más embalses en el Arga y en el Ebro aguas arriba de Miranda. ¿Pagarían ellos los costes económicos y ambientales si se cuantificasen estos últimos con todo rigor?

Cuando se almacena el agua, además, no todo son ventajas. Más embalses ocasionarían un incremento de las pérdidas por evaporación, una mayor retención de sedimentos como ya viene ocurriendo en las últimas décadas, y que se desarrolle y consolide más vegetación dentro del cauce. Se llegan a laminar hasta las avenidas ordinarias, siendo que éstas sí que limpian de manera natural el exceso de pesticidas y fertilizantes acumulados en el cauce y recuperan la calidad de unas aguas vitales.

¿Qué supone en este contexto el proyecto Life Ebro Resilience?

Para nosotros, un ejemplo de mediación y encuentro de debate a fin de aunar posturas.

En la reunión celebrada en Alagón debatimos sobre una propuesta previa de los organizadores y creo recoger el sentir de los componentes del grupo si digo que en lo esencial estuvimos de acuerdo, manteniendo un estrecho espíritu de consenso.

Partíamos de la experiencia que supusieron las obras realizadas tras la inundación de 2015, que trajo consigo el retranqueo de una mota en Pradilla, con apertura de un nuevo vano en el puente Pradilla-Boquiñeni y el rebaje de la mota aguas abajo de Boquiñeni. Esa actuación ha sido crucial, porque los vecinos de esta última localidad, con su alcalde a la cabeza, antepusieron a la inundación de sus tierras el evitar más presión sobre los núcleos urbanos de ambos pueblos. El resultado es que en la inundación de 2018, con caudales similares a la del 2015, el nivel de las aguas se mantuvo medio metro por debajo, no teniendo que desalojar a los vecinos. En otros lugares como Cabañas y Alcalá, se han vivido situaciones de colaboración semejantes.

La propuesta inicial a debatir que nos lanzaban desde Ebro Resilience/CHE tenía como elemento principal el retranqueo de la mota en la orilla izquierda, aguas abajo del puente, ganando así en sección hidráulica por la inundación de entre 14 y 20 hectáreas de terreno; lo que gozó de un apoyo unánime por los participantes. Si en 2015 habían sido los vecinos de Boquiñeni quienes dieron un ejemplo de colaboración y solidaridad, ahora son los vecinos de Pradilla y su primer edil.

Hubo también acuerdo en que las administraciones reconstruyeran la acequia del meandro de Boquiñeni suavizando taludes y canalizándola. Se comentó la posiblidad de recuperar un antiguo galacho y solicitar ayudas mínimas para mejorar las condiciones de seguridad de una granja de porcino cuya construcción se permitió en su tiempo en la llanura de inundación.

La discrepancia se limitó a la pretensión de desbroce del sotobosque en una zona arbolada que se sitúa enfrente de Pradilla.líneas arriba. En aras de la unidad, no nos mostramos excesivamente maximalistas ni pusimos insalvables reparos y nos levantamos de la mesa con la sensación de que se había avanzado mucho. Hablar y debatir sobre un conjunto de propuestas y la necesidad de que no se repitan situaciones de zozobra y angustia para los vecinos nos ha empujado hasta dar un gran paso.

Nos queda mucho por debatir y consensuar en otros tramos del Ebro. Hace falta que las acciones que se propongan sean lo suficientemente evaluadas, abandonando aquellas actuaciones de urgencia o emergencia que, en el pasado reciente, dieron como fruto obras acometidas sin la exigible sistematicidad, destinadas a no perdurar en el tiempo y que ni siquiera hubiesen obtenido el aprobado con los criterios de un análisis coste-beneficio.

Muy positivo, finalmente, el posicionamiento de las administraciones, entre ellas la CHE.

* Coordinador de VoluntaRios