¿Quién dice que en estas fechas es necesario atiborrarse de suntuosos platos y complicados menús? A veces, lo más sencillo es lo más bueno. Y si no, que se lo digan al gremio de pasteleros, que de cosas buenas sabe lo suyo. Ellos son los que cada Navidad se afanan en un trabajo vertiginoso. Su prisa se debe a que el día 6 han de rendir homenaje con sus elaboraciones a los Reyes de estas fiestas. En esa jornada, caracterizada por la ilusión de todos, los hogares aragoneses han de tener preparado un delicioso postre para recibir a los portadores de los sueños de mucha gente. Delicioso y sencillo.

El roscón de Reyes, elaborado a base de una simple masa, está hecho con harina, levadura, azúcar, leche, huevos, agua de azahar y ralladura de naranja y limón. Eso ya hace la boca agua. Si además completamos su elaboración con un relleno de nata y trozos de fruta escarchada por encima, el resultado es un dulce digno de reyes. El auténtico roscón no debe ser congelado, y por eso hay que consumirlo los dos días siguientes a su elaboración. Su precio suele oscilar entre los 3 y los 12 euros, dependiendo del tamaño y peso del mismo.

Pero no sólo es importante el buen sabor del roscón. También hay que encontrar la sorpresa que guarda en su interior. Aunque los juguetes suelen acabar en manos de los más pequeños, la tradición marca que quien encuentre la sorpresa debe pagar el roscón. Con esta distinción, uno ya puede ser ensalzado como rey de la casa y ser ungido con la corona que sirve de adorno a los roscones.

Raíces romanas

El origen de esta tradición se atribuye a los romanos. Ellos también introducían una sorpresa entre la masa y aunque el carácter del regalo era mucho más humilde éste era igualmente buscado con ahínco. La razón era que quien encontrara el haba que incluían aquellos pasteles redondos ofrecidos a Ano, uno de sus dioses, disfrutaría de un año repleto de suerte y prosperidad. Los cristianos adaptaron la tradición pagana celebrada durante las Saturnales. Esta asimilación se convirtió en un símbolo de festividad para que el pueblo celebrara la paz, la prosperidad y el buen tiempo que empezaba con el solsticio de invierno.

A través de los siglos, esta tradición se extendió por toda Europa y centró su protagonismo en los niños, especialmente en Francia, donde se obsequiaba a los más pequeños con un vistoso pastel, el Gateau du Roi . Fue entonces cuando el grano de haba se sustituyó por algún pequeño objeto, a veces de lujo, que se escondía en el pastel. La costumbre llegó a España con los Borbones y el Gateau du Roi pasó a llamarse Roscón de Reyes .

Esta dulce tradición es una de las más esperadas por los aragoneses para poner un delicioso broche de nata y bizcocho a las fiestas navideñas. Los clientes hacen sus reservas días antes, y el roscón empieza a venderse incluso tres días antes del 6 de enero. El relleno suele ser de nata, pero también se está vendiendo el de crema e incluso el roscón de nata y crema.