El buen tiempo y un concurrido público marcaron el descenso de las nabatas desde Laspuña hasta Aínsa. Un total de 11 kilómetros de recorrido por el Cinca que la veintena de participantes completaron con éxito en las tres embarcaciones que surcaron un río que bajaba con poco caudal, lo que añadió belleza a esta edición en la que se cumplieron 35 años desde que se recuperara esta tradición.

El comienzo de la actividad, en Laspuña, estuvo precedido por un almuerzo y los actos religiosos pertinentes. Al mismo acudieron cientos de personas que vieron partir a los nabateros a las 11 de la mañana. Los protagonistas de la jornada también estuvieron acompañados durante todo el recorrido por aquellos que decidieron presenciar el descenso en algún punto cercano a la orilla del Cinca.

Un concurrido puente de Aínsa, 11 kilómetros después, vio llegar a las tres nabatas de dos trompos que descendieron en esta edición. Fue alrededor de dos horas después, un lapso temporal en el que los participantes realizaron un trayecto exigente y técnico por el bajo caudal que ofrecía el río.

El descenso de nabatas del Cinca es una celebración que pretende recuperar esta antigua tradición que está declarada como Actividad de Interés Turístico en Aragón y Bien de Interés Cultural Inmaterial por el Gobierno de la comunidad. Los días primaverales que se eligen para llevar a cabo este evento suelen coincidir con el deshielo de las nieves acumuladas durante todo el invierno.

En este caso, el descenso rozó ayer las dos horas, un poco más de lo previsto, que tiende a ser de alrededor de 60 minutos.

En torno a esta celebración, los actos de ayer, su día grande, no fueron los únicos que se desarrollaron. El sábado se llevó a cabo el aguado de nabatas en la plaza del Cinca y, de la misma forma, se realizó un descenso popular en kayaks por este río. Durante la noche, los participantes pudieron disfrutar de una cena y una fiesta en torno a estas embarcaciones tradicionales.

Alrededor de un millar de personas se dan cita en el Sobrarbe para contemplar el descenso de nabatas a orillas del Cinca, una festividad marcada en la zona en el calendario de mayo.

Con ella se busca rendir homenaje y rememorar este oficio de antaño por el que se transportaba la madera surcando las aguas del río. Una práctica que entrañaba riesgos y que duró hasta principios de la década de los 40 del siglo pasado, cuando el último nabatero completó el recorrido de manera profesional. Tuvieron que pasar más de cuatro décadas, hasta 1984, para que la Asociación de Nabateros de Sobrarbe volviera a realizar este descenso por el Cinca.