La trashumancia es una buena costumbre que mueve en Aragón cerca de 231.000 cabezas de ovino, en su mayor parte hacia el Pirineo, en busca de pastos para abaratar el coste de su alimentación, pero también cerca de 24.000 cabezas de vacuno, que igualmente conserva esta costumbre.

La trashumancia, declarada en el 2011 por el Gobierno de Aragón Bien de Interés Cultural Inmaterial, es el traslado del ganado en busca de pastos guiado por pastores y ganaderos, actividad que constituye una manera de vivir dentro de una economía de subsistencia tradicional en la cual la interrelación del hombre y el medio bioclimático es completa.

Ese traslado del ganado, mayoritariamente ovino pero también equino y vacuno, en diferentes niveles de estancia temporal (corta, media y larga) afecta a aspectos de la vida de los ganaderos, pastores y sus familias.

Según indica Enrique Novales, jefe de servicio de Recursos Ganaderos del Departamento de Agricultura del Gobierno de Aragón, los ganaderos no tienen otro remedio que viajar a los puertos del Pirineo, en valles como Broto, Vio, Bielsa o Gistaín, y también a las sierras de Albarracín o Maestrazgo, en Teruel, a las que regresan en verano los ganaderos de estas comarcas desde comunidades vecinas más al sur donde han pasado un invierno menos frío.

Este mes de junio se inician y completan los viajes del ganado del llano a la montaña, sobre todo ovino, y también de vacas nodrizas, aunque en mucha menor cantidad.

Los expertos aseguran que la trashumancia tradicional está en vías de retroceso, como lo está, en general, la cabaña ganadera, ya que desde 2005 hasta hoy el número de cabezas de ovino haya pasado de 2,4 millones a 1,4 en el conjunto aragonés. A pesar de todo, Aragón sigue siendo una potencia en ganado ovino o lanar.