El alpinista madrileño Joaquín López Valls se perdió en 1954 y su cadáver fue localizado 46 años después en el glaciar Tempestades del Aneto. Es, hasta ahora, la desaparición más larga que se conoce en el Pirineo aragonés que todavía no ha devuelto los cuerpos de cinco excursionistas y una senderista desde hace algunos de ellos 15 años. Pese a ello, la Guardia Civil nunca deja buscar. A la lista se suman desde hace casi un mes la misteriosa desaparición de en Benasque de la montañera inglesa Esther Dingley, de 37 años, y del montañero y abogado oscense Andrés Funes Monge, de 61 años. A este último le trata de encontrarla Gendarmería francesa, si bien la Benemérita se ha sumado a las labores. El tiempo no es siempre sinónimo de muerte y el ejemplo más cercano fue el de la montañera francesa, Teresa Bordeais, que apareció sana y salva tras 11 días de supervivencia en Ordesa. Fue en el año 2009.

El teniente jefe de la sección de montaña del Área de Aragón y Navarra de la Guardia Civil, Santiago Gómez Rivas, todavía recuerda su primer «gran desaparecido» fue el de Jesús Ríos, un turista mexicano de 71 años cuyo cadáver fue encontrado tras estar 12 días en paradero desconocido. Acababa casi de entrar al puesto que desempeña en la actualidad.

En aquel operativo participó un gran número de efectivos, familiares y amigos del fallecido que trataron de buscarle. «Es fundamental la organización y la coordinación. Es complicado por muchas razones, pero hay que tener en claro que otras vidas no pueden ponerse en peligro cuando se busca a alguien», afirma el teniente.

Cuando reciben el aviso de que hay que buscar a una persona a la que se le ha perdido el rastro siempre se aplica el mismo protocolo que es la de activar todos los efectivos disponibles, tanto a pie como en vehículos, con perros, buzos y con el helicóptero. La meteorología y la forma del terreno es la que marca la forma de llevarlo a cabo.

Los rastreos empiezan siempre por donde es más probable que se perdiera la pista y conforme descartan senderos, caminos y barrancos próximos, se amplía el radio. «Es muy importante saber la zona en la que iban a moverse y la primera comprobación que hacemos es ver dónde está, por ejemplo, aparcado el vehículo de esa persona», señala Gómez Rivas, quien reconoce que «es un elemento que les permite confirmar que está en la zona». En otros casos, como el de la reciente desparecida Esther Dingley, las fotos que son publicadas en redes sociales o enviadas a través de Whatsapp también constituyen pistas que les ayudan a resolver el caso.

En ese momento es cuando mayor es el número de efectivos a los que se suman personas externas que siempre están capitaneadas por un agente. «Se trata en muchas ocasiones de rotar a las personas porque cuando uno pasa por un sitio en el que no ha encontrado nada se producen una especie de vicios, ya que solo se mira lo mismo y eso trata de evitarse», recalca. En el caso del turista mexicano llegaron a participar 100 personas. Durante este tiempo la comunicación con los familiares es constante, si bien, tal y como señala el teniente, «todo depende de ellos y de sus formas de ser».

Aunque el protocolo de rescates no fija ningún plazo sobre la duración de las batidas, lo habitual es que sean intensivas durante la primera semana y luego conforme pasa el tiempo pasan a ser a zonas muy concretas. Y es que tienen que compaginar dichas indagaciones con otros recates de personas que se accidentan mientras realizan sus deportes de montaña. «Yo intento insuflar esperanza no solo en las familias, sino entre los compañeros para dar con el paradero de esas personas», recalca este hombre, quien reconoce que son un handicap y que, por ello, están empleando muchas tecnologías como drones o GPS para sectorizar zonas y poder peinar la mayor zona posible.

Nunca hay un mejor momento para que se active un protocolo de estas características, pero Gómez Rivas mantiene que el verano es «mejor que el invierno, principalmente por las temperaturas». «Además hay más horas de luz, por lo que nuestro helicóptero puede estar activado durante más tiempo y el personal que hace los rastreos también», mantiene.

Al jefe de la sección de montaña del Área de Aragón y Navarra de la Guardia Civil le sorprende que en estos momentos en los que la actividad de montaña ha descendido notablemente por las restricciones de movilidad del covid-19 «se estén produciendo denuncias de desapariciones». «Hemos observado que hay personas que se desorientan y que, al estar solos en la montaña porque no hay otros como ellos, que es lo habitual, el problema aumenta más si cabe».

Salvo en casos de accidentes o muertes naturales, para evitar casos de este tipo es siempre necesaria una buena equipación y un sistema que permita una geolocalización.