Pues miren, si feo me parecía que a Gustavo Alcalde le moviesen el sillón debajo de su honorable trasero (el sillón de jefe regional del PP, por supuesto), igual de feo me parece que al bueno de José Atarés le quieran quitar el puesto de primer portavoz de la oposición municipal cesaraugustana. Ya sé que ésta es una historia de alguaciles alguacilados (o de peperos peperados); pero Alcalde y Atarés debieran respetarse mutuamente, pues los dos han sufrido mucho en los últimos años. Y las estrellas invitadas como Domingo Buesa también tendrían que ser más discretitas, que no se tomó Zamora en una hora; además todos sabemos que el único gallito del Partido Popular que apunta maneras como sicario dialéctico frente a los sociatas y sus coaligados es Jorge Azcón, sin duda la gran esperanza blanca de la derecha aragonesa.

A Buesa no se le había visto hasta la fecha ningún gesto que evidenciase su vocación como tribuno local. Por el contrario venía siendo un concejal de la oposición discreto y amable, con esa cara suya de chico bueno educado en los pasillos y los despachos del palacio arzobispal. Mas ahora destapa sus ambiciones a la sombra de Alcalde y helo aquí aspirando ya a ser el próximo candidato conservador a la alcaldía de Zaragoza. ¡Será Caín!

El PP aragonés ha perdido el poder y probablemente tardará en recuperarlo. Por lo cual hubiera sido conveniente para los jefes del cotarro mantener el consenso interno y ofrecer al respetable una imagen de unidad y coherencia. Si yo estuviese en su pellejo (en el de Alcalde, Atarés y sus respectivas bandas) intentaría evitar el cainismo, me tomaría las cosas con mucha calma, dejaría que la gente se vaya olvidando de las tontadas hechas y dichas en la era Aznar y esperaría a que el viento sople favor... que ya soplará, ya.